Tertuliano, esposo de Jovita y padres ambos de Espartaco Remo Isidro y Carlos María Rómulo Nemo, se presenta en las primeras páginas de "El hombre analógico" como el hombre (especie de Quijote —caballero soñador o loco—) que lleva al extremo aquel mensaje que circuló por WhatsApp que decía «No permitas que una estúpida frase motivacional alegre tu día de mierda» y que además se siente orgulloso de ello, como si de una lucha se tratara contra la costumbre de Jovita de llenar de pósits con estas máximas la puerta de la nevera, los muebles del baño y allá donde encuentra un buen lugar donde pegar la pequeña etiqueta motivacional…
Quijote que lucha contra gigantes que esta vez no son molinos de viento sino financieras, tecnológicas, políticos, empresarios y toda suerte de seres o entes empeñados en desvalijar a los ciudadanos de a pie; bien sea reduciendo puestos de trabajo, empoderando al trabajador a base de costes y más costes, bien sea suprimiendo sus identidades reales y convirtiendo a los empleados en meras combinaciones de letras y números, eso sí, bien combinadas para evitar lecturas malintencionadas, como si de matrículas de coche se tratara. Pobre Jovita cuando este Quijote contemporáneo se ve obligado a estar de baja laboral. Pobre Jovita… pero pobre Tertuliano también.
Y así, poco a poco, Fuentes Casado nos va presentando la vida de Tertuliano, una vida que no debe de ser cómoda para vivir, pues no debe de ser sencillo estar dándole vueltas y más vueltas a todo pequeño acontecimiento para interpretarlo como un pequeño complot contra el ser humano y contra uno mismo. No, no debe de ser fácil estar en la piel de este pobre Tertuliano que no se da cuenta de que su vida de normal tiene bastante poco pues ya se encarga él de que nada lo sea. ¿O tal vez será que quienes transigen con su día a día, por muy adverso que sea este, y que aceptan cada jugarreta del destino como normal y necesaria no deberían pensar que llevan una vida normal? Probablemente esto es lo que pretende Fuentes Casado con "El hombre analógico", provocar un pequeño despertar, estimular preguntas en el lector, por no decir que lo que quiere es dar una sutil patada en semejante zona a la sociedad con su forma de escribir que hace que el lector esté encolerizado durante la lectura. ¿Por qué tenemos que ver como un ser extraño a aquel que, como Tertuliano, lucha contra la forma de su presente y desea otra vida más adecuada para él? ¿Por qué Tertuliano se empeña en rebatir cada uno de sus pasos y llevarlo hasta el extremo, hasta la extravagancia? ¿Por qué hasta sus más fieles ¿amigos?, ¿compañeros?… no tienen más remedio que verlo como un alienado?
Tertuliano arrastra a Jovita a presentarnos una vida, esa vida que llamamos normal pero que se ha llenado de incongruencias, sumisiones, temores y recelos, y ante la que no somos capaces de levantar la voz sin parecer Quijotes desfasados y por ende chiflados, y que ante la posibilidad de dejar de ser tenidos en cuenta en una sociedad, en la que ya el ser humano no pinta nada de nada (como reza en los cinco escalones de ascensión a lo sublime), preferimos dar un paso atrás y seguir la corriente de lo que nos marcan, la corriente del que no tiene voz ni voto sobre su propia vida.
Así, Tertuliano y Jovita terminan por entrar en la espiral de la vida actual, por fin han encontrado su lugar en su propia vida. ¿O no? Eso es algo que quedará por descubrir en la siguiente parte de esta novela. Pero no, puede que tampoco sea en esa segunda parte porque aquella será la primera y esta la segunda. Porque ¿qué mejor forma de empezar esta bilogía que por el final? Como la propia vida del hombre actual: empezando por la mitad del camino para evitar la ansiedad de las prisas por no llegar a tiempo (¿a tiempo de qué?), pero sin poder evitar la ansiedad por la falta de principios culturales y éticos sólidos que den sentido al caminar de cada Quijote que, en definitiva, todos queremos ser.