"La hoguera de las vanidades" tiene un protagonista principal, que está presente en todo momento y en todas las páginas de la novela. No se trata de Sherman, el exitoso broker de bolsa que reside con su mujer y su hija en Park Avenue y disfruta de sus triunfos comiendo en caros restaurantes o asistiendo a fiestas exclusivas. Se trata, sin ninguna duda, de la ciudad de Nueva York.
La vida de Sherman se complica el día en que va a recoger a su amante al aeropuerto y por error acaban perdidos por las calles del Bronx. El ejecutivo, asustado por lo que parece un intento de atraco, atropella a un chico y huye del lugar, lo que acabará por traerle problemas que se irán agravando hasta truncar los planes de una vida que se preveia perfecta.
La historia de Sherman da pie a Tom Wolfe para mostrarnos todos los estratos sociales de Nueva York, una ciudad emblemática, admirada e idolatrada. De los más altos estamentos a los más bajos, del mundo de las grandes finanzas al de la delincuencia callejera, de Wall Street a Harlem. La crítica pluma de Wolfe no deja títere con cabeza y a ojos del lector resulta tan vergonzosa la pedantería y egoísmo de la clase adinerada como la miseria y desprotección en la que viven los menos afortunados. Su mayor acierto es la imagen que plasma de la alta sociedad neoyorkina, dominada por la hipocresía y la vanidad.
Tom Wolfe es uno de los precursores del llamado "nuevo periodismo" y escribió "La hoguera de las vanidades" según las directrices de esta corriente. Se trata de un reportaje novelado, una forma de literaturizar la información, que armoniza las virtudes del buen periodismo (veracidad, documentación, crítica social, objetividad, denuncia) con el estilo de la narrativa de ficción, ganando así en belleza, calidez y cercanía al lector.
"La hoguera de las vanidades" es el mejor retrato del Nueva York de los años 80, la ciudad eje sobre la que gira el resto del mundo. Tom Wolfe ejerce de fotógrafo que dispara su cámara desde todos los ángulos para luego reunir el abanico completo de imágenes, sin desechar ninguna, donde las más interesantes son las que nunca llegó a censurar.