Hacia rutas salvajes (Jon Krakauer)-Trabalibros
Hacia rutas salvajes
Ficha técnica:
Autor: Jon Krakauer
Editorial: Ediciones B
ISBN: 9788496778740
Número de páginas: 288
Género: Narrativa
Valoración:
Comencemos por el final: el cadáver de un joven aparece en un remoto rincón de Alaska el 9 de septiembre de 1992; unos cazadores acaban de encontrarlo en el interior de un viejo autobús abandonado. El vehículo, equipado con literas y una rudimentaria estufa de leña, formaba parte de un fracasado proyecto de carretera y había sido abandonado allí muchos años atrás. La autopsia revela que lleva muerto unas dos semanas. Causa de la muerte: inanición. El cuerpo carece de cualquier tipo de identificación y la policía tarda varias semanas en averiguar su identidad. Cuando por fin lo consiguen, descubren que se trata de Chris McCandless.

Chris tenía veinticuatro años y había pasado los dos últimos recorriendo a pie el oeste americano, sin papeles, sin dinero, sin rumbo fijo, pero armado con un vehemente afán de aventura y un ansia irrefrenable de conocerse a sí mismo. Necesitaba probarse y dejar atrás sus fantasmas interiores. Hasta el día de su desaparición se había comportado como un joven responsable, con una infancia aparentemente feliz, recién graduado en la universidad y con planes para licenciarse como abogado en Harvard.

Jon Krakauer –un alpinista que iniciaba su carrera como periodista y escritor– recibió el encargo de escribir un artículo sobre el suceso. Krakauer se sintió desde el principio identificado con Chris: se veía a sí mismo con veinte años menos, la misma temeridad, la misma obstinación, los mismos conflictos por resolver. Así que dedicó un año entero a investigar y el artículo se transformó en un libro, un best seller que convirtió a McCandless en poco menos que un icono: un símbolo de inconformismo y desobediencia, admirado por unos y ridiculizado por otros.

--- Sobre cómo Chris McCandless llegó a ser Alex Supertramp ---

A primera vista, puede parecer una estupidez arriesgar la vida en un paraje inhóspito de Alaska. Tal vez. Pero también lo es arriesgarla para escalar el Everest, llegar al Polo Sur o descubrir un nuevo continente. La cuestión no es el resultado sino el motivo, qué impulsa a determinadas personas a realizar determinados actos. La mayor aventura siempre es el viaje hacia el centro de uno mismo. Y para ello, en ocasiones, resulta necesario emprender el camino y enfrentarse a lo desconocido. Cada cual engendra sus propios cíclopes y lestrigones.

Hacia rutas salvajes” podría haber sido una gran novela de no ficción, pero Jon Krakauer no es un novelista ni aspira a serlo. En cambio, se maneja bien como aventurero reconvertido en reportero, y bajo esa premisa aborda la historia con un estilo sobrio y eficaz: narra los hechos con detalle, quizá con algunos altibajos en el ritmo, pero con una acertada estructura circular que comienza y termina en Alaska. Y en el medio, un itinerario por la geografía americana que transcurre en paralelo al viaje interior que realizan personaje, autor y lector, porque al final todo confluye en un único sujeto. Y ahí radica el gran acierto del libro.

Su otra virtud consiste en afrontar esa comprensión de su protagonista sin deslizarse hacia un enfoque unívoco. Por mucho que el autor se identifique con McCandless, realiza un esfuerzo evidente por mantener las distancias y permanecer objetivo. No escatima al lector el sufrimiento y la angustia de su familia, la devastación que deja tras él en su aventura romántica e idealista. Porque cuando Chris decide coger su coche y echarse a la carretera sin ni siquiera escribir una carta o hacer una llamada a su familia, en el fondo está cometiendo un homicidio: su antiguo yo es aniquilado y en su lugar solo deja un obstinado y opresivo silencio.

Es un acto de rebelión, de libertad, de odio y también de amor mal entendido, de juventud al fin y al cabo. Un acto cruel y salvaje, como la vida misma. Alex Supertramp acaba de nacer.

Y así, con un nuevo nombre pero sin pasado y casi sin equipaje, Alex viaja por el Oeste en busca de experiencias. Abandona su coche en el desierto de Mojave; desciende en canoa el río Colorado; se pierde en el Golfo de México; vaga por Los Ángeles, Las Vegas, Arizona, California, Montana, Dakota del Sur… Y establece lazos. Sí, porque los errores que en su otra vida no fue capaz de perdonar a sus padres, puede ahora pasarlos por alto en sus nuevas relaciones. El estricto código moral que se impone a sí mismo y a los demás no le impide hacer amigos, incluso mantener abundante correspondencia con ellos, justo lo que le ha negado a su familia.

Junto a los rastros que Alex dejó en su camino –sus anotaciones en los libros de Tolstói, London o Thoreau; sus diarios y sus cartas–, se intercalan en la narración episodios personales del propio autor: las temeridades que emprendió como alpinista cuando tenía más o menos la misma edad que McCandless. Y es aquí donde Krakauer se permite abandonar su estilo parco de reportero para penetrar en los sentimientos: la rabia, el impulso de probarnos a nosotros mismos, el afán de ver el peligro de cerca y comprobar que hemos sobrevivido, que somos fuertes, que somos adultos. La imprudencia inexperta y desmesurada de la juventud. O según sus propias palabras:

«En aquella época, la muerte era para mí un concepto tan abstracto como la geometría no euclidiana o el matrimonio. Aún no percibía su terrible significado ni el dolor devastador que puede causar entre las personas que aman al que muere. El oscuro misterio de la mortalidad me fascinaba. No podía resistir la tentación de escapar hacia el abismo y atisbar desde el borde. Lo que se insinuaba entre aquellas sombras me aterrorizaba, pero alcanzaba a ver un enigma prohibido y elemental, no menos imperioso que los dulces y ocultos pétalos del sexo de una mujer.»

--- El camino que vuelve desde Alex Supertramp hasta Chris McCandless ---

Chris McCandless fue imprudente, insensato y testarudo, pero no llevó una vida estúpida, muy al contrario: se atrevió a buscar con ahínco aquello que deseaba aun conociendo el riesgo que estaba corriendo. Se las había apañado muy bien durante dos años en la frontera de la temeridad y eso le hizo sentirse fuerte. Quizá demasiado fuerte: sobrevaloró sus fuerzas.

Así y todo, logró sobrevivir varios meses en Alaska, absolutamente solo, alimentándose de lo que cazaba y recolectaba, superando las inclemencias del tiempo y los peligros de la vida salvaje. Quizá todo aquello que buscó sin éxito a lo largo de su viaje lo encontró precisamente allí, en la soledad de las tierras salvajes. A través de sus notas, puede apreciarse una clara evolución interior: toda la rabia, la insatisfacción y los reproches hacia la sociedad, hacia sus padres, hacia sí mismo, desaparecen según avanzan las semanas. Lo reconoce por escrito: «La felicidad no es real si no es compartida».

Entonces decide volver y firma sus últimas anotaciones con su verdadero nombre. Y tal vez fuera ese su mayor hallazgo: lo que tanto había estado buscando consistía en reconocer su propia identidad y aceptarla. Pero el arroyo que cuatro meses antes había cruzado sin mayores problemas se había convertido con el deshielo en un río de aguas profundas y turbulentas. Desnutrido, débil y asustado, Chris no tuvo otro remedio que regresar al autobús y tratar de sobrevivir hasta el otoño, esperando a que el caudal volviese a bajar. No lo consiguió: tres semanas después murió de hambre.

Y a pesar del miedo, del deterioro físico y el dolor, aún tuvo ánimos para posar ante su cámara en una foto de despedida: en ella luce una sonrisa casi beatífica, la sonrisa de alguien que está en paz con el mundo. En sus manos, escrito con esmeradas letras sobre la hoja arrancada de un libro, su último mensaje: «He tenido una vida feliz y doy gracias al señor. Adiós y que dios os bendiga.»
Enviado por: Iván Pedrosa
Otros libros de este autor:

Sueños del Eiger

Jon Krakauer
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Entre las cosas de McCandless que se encontraron tras su muerte había un ejemplar de "Walden" con varios fragmentos subrayados. Sin duda, el espíritu de esta obra de Henry David Thoreau alentó la partida del joven Chris hacia las montañas de Alaska.
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