La Gallera (Ramón Palomar)-Trabalibros
La gallera
Ficha técnica:
Autor: Ramón Palomar
Editorial: Grijalbo
ISBN: 9788425357817
Número de páginas: 480
Género: Novela policíaca
Valoración:

"Venganzas, amistades, ambiciones
y sangre.
¡Qué tiempos!"
Basilio Galipienso, el Cobra.


Cuando un león da caza a una gacela, un halcón estrangula a una paloma o un tiburón engulle a una foca hay una gran carga de agresividad, pero ninguna manifestación de violencia. Los tres depredadores actúan según unos códigos de conducta preprogramados filogenéticamente. En el hombre también existe esta programación agresiva, aunque modulada culturalmente. Y como producto exclusivo de esta cultura humana aparece la violencia, resultado innegable de la interacción entre la agresividad natural, la cultura y alguno de los productos de ésta. Las armas, por ejemplo.

El uso de las armas afectaría a la agresividad, transformándola en violencia. Para evitar que la agresividad intraespecífica, o sea, contra los miembros de la misma especie, destruya a ésta, la sabia naturaleza prevé mecanismos de inhibición de la misma agresividad -la sumisión de la víctima, sus gestos, su postura- que desactivan el ímpetu del agresor. La empatía y la compasión hacia la víctima frenarían también la producción del daño. ¿Pero qué ocurre cuando se instrumentaliza la violencia, cuando se la convierte en una forma de obtener beneficios materiales o placer? Pues que puede convertirse en un oficio o en un vicio.

En cualquier caso, la violencia nos seduce. Nos asusta, pero nos excita. Nos asquea, pero nos atrae. La rechazamos, pero la practicamos. La condenamos, pero consumimos todo tipo de producciones culturales en las que se manifiesta y exalta -cine, literatura, videojuegos-. ¿De dónde nos viene esa oscura fascinación por la violencia? Quizá porque activa extrañas conexiones entre el placer y el dolor, entre el control y el poder, o porque simplemente envidiamos lo terriblemente vivo que se siente el violento, la experiencia brutal y casi mística de provocar daño, la vivencia límite de pisar el lado oscuro de la naturaleza humana.

El mundo de la delincuencia es uno de los grandes reductos de la violencia. Pero el criminal no es cualitativamente diferente del hombre "normal". El hombre criminal no es alguien que practica el mal, sino un ciudadano más que decide no cumplir la ley, saltarse el "deber ser" kantiano. La conducta delictiva sería un comportamiento normal, localizable en cualquier escalafón social, la otra cara inevitable de la convivencia. Su erradicación sería imposible, a menos que se impusiera el terror absoluto. Dentro de ciertos límites "el crimen da claridad a la norma, garantiza la estabilidad social y refuerza la conciencia comunitaria sobre la vigencia de los valores".

Una gran metáfora preside la última novela de Ramón Palomar: el mundo como una pelea de gallos. El mundo como mecanismo que activa la agresividad potencial y la convierte en violencia. El mundo como un albero en el que sólo sobrevive el más hábil en herir, dañar o matar. El mundo como la arena en la que se baten una serie de personajes fuera de la ley y que mantienen relaciones muy particulares con la violencia. Seis poderosos asaltos que enfrentarán a Santiago Esquemas -un poli corrupto con "placa, pistola, cojones, mala leche y ambición" obsesionado por la venganza-, a Gustavo Montesinos, alias Gus -un gélido sicario que, gracias a la violencia, "cauteriza su infancia de mierda y las heridas que la gran ciudad le infligió"-, a Rodrigo Anclas, alias el Rubio -narcotraficante valenciano que hereda los "contactos" de su mentor y al que todo le va bien mientras logra mantener "la mente bien despejada, la boca bien cerrada y el ojete bien prieto"- y a Ventura Borrás -caballero legionario en activo que, desde la frontera moral y geográfica (tiene su despacho legal en un cuartel de Ceuta) gestiona con orden castrense sus múltiples negocios ilegales-.

Las novelas de Ramón Palomar son un observatorio de la vida criminal, no hay en ellas lucha entre el bien y el mal. Todos sus personajes son "malos", en el sentido de que todos incumplen el código penal. Todos son malos, sí, pero parafraseando a Orwell, unos son más malos que otros. Ramón tiene la virtud de crear malos profundamente humanos y vulnerables. Malos-malos invisibles pero omnipotentes a los que tememos y no miramos a los ojos, pero a los que casi podríamos entender. Malos-buenos seductores, gallardos y con principios a los que admiramos y a los que casi podríamos perdonar. Buenos-malos adorables, capaces de amar tiernamente a sus mujeres o respetar hasta la idolatría a sus amigos, a los que casi adoptaríamos. Pero lo que no sabe Ramón es crear buenos-buenísimos. Eso lo deja para los escritores bienpensantes, buenistas o pablocoelhianos, expertos en el arte de manosear y tonificar las seseras angustiadas, las meninges sufrientes de los malfollados, cuernisufrientes y mingafrías que forman "la plácida manada de anhelos sincronizados y existencias planas" que llamamos sociedad.
Enviado por: Bruno Montano
Otros libros de este autor:
Ramón Palomar
Sesenta kilos (Ramón Palomar)-Trabalibros
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