El sol de Argel

Martín, Matías y M., un trío de nombres que comienzan por la misma inicial, sumergen al lector en una historia que plantea un juego de máscaras: ¿quiénes somos? ¿Cómo somos ante los demás? ¿En qué momento de nuestra vida nos quitamos la careta y nos enfrentamos a lo que en verdad somos? "El sol de Argel", ópera prima de Esther Ginés, arranca con un suicidio, pero es una historia de supervivientes, de cómo la vida nos empuja a salir adelante, agarrándonos a ella con uñas y dientes. El dramatismo inicial pronto da paso a una historia de búsquedas, una suerte de investigación que emprende Martín, el narrador de esta historia, un personaje complejo y atormentado por la inesperada muerte de su hermano gemelo idéntico, a quien se sentía muy unido. Se trata de una novela de fuerte contenido psicológico que indaga en el tema de la identidad a través de esa búsqueda que Martín emprende tras el suicidio de su gemelo y que le hará buscarse a sí mismo para lograr entender las razones de su hermano.

Narrada en primera persona, con un importante peso de la literatura –en especial de la novela "El extranjero", en cuya historia se inspira la autora para dar título al libro– entendida como una forma de luchar contra aquello que no se conoce o se teme, y referencias a autores como Cortázar, Camus o Borges – a él recuerda el juego con la verja y el jardín asilvestrado del Instituto Homeopático–, el libro tiene un ritmo creciente y mantiene la tensión narrativa y el interés hasta el final. A pesar de que está centrado en la visión y los sentimientos de Martín, "El sol de Argel" tiene otra protagonista imprescindible: M., una mujer misteriosa y casi adictiva con quien el lector está deseando encontrarse según avanza la lectura; todo ello gracias a la información medida que la escritora entrega en pequeñas perlas y que dejan entrever la personalidad de M. Un personaje secundario construido como si estuviera llamado a ser el verdadero protagonista de la historia. 

También resulta interesante la figura de los padres de Martín, que vendrían a representar –en una narración que juega constantemente con los símbolos, que el lector ha de ir desenvolviendo poco a poco– el peso y la importancia de las mentiras que se construyen dentro de los lazos familiares. Igualmente, es destacable la importancia de los escenarios urbanos en la novela, descritos de un modo casi cinematográfico. Desarrollada en lugares céntricos de la ciudad de Madrid, a lo largo de la segunda parte de la historia adquiere un gran peso el Instituto Homeopático, un viejo edificio con aire decadente y abandonado al que Martín llegará intentando desentrañar las incógnitas del suicidio de Matías. La verja del Homeopático tiene en varios capítulos un peso simbólico, ya que no sólo esconde un jardín misterioso y descuidado, casi asalvajado, por donde se pasean los gatos y parece que no hay presencia humana, sino que representa el miedo del protagonista a enfrentarse a esas dudas que intuye van a cambiarle la vida. Y es en ese punto donde la novela logra un máximo nivel de empatía con el lector, al enfrentarlo, a través de los miedos de Martín, a cualquier situación de crisis en la que sea necesario emprender un viaje interior. Porque en definitiva "El sol de Argel" es una historia sobre cómo volver al camino cuando la vida trata de expulsarnos de él.