"La señora Grace está sin aliento, y se hincha la tersa ladera de su pecho, color arena. Levanta una mano para apartarse un pelo que se le ha quedado pegado a la frente mojada y fijo la mirada en la secreta sombra que hay bajo la axila, azul ciruela, el tono de mis húmedas fantasías en noches venideras. Chloe se enfurruña. Myles vuelve a escarbar violentamente en la arena con su palo. Su padre dobla el periódico y mira al cielo entrecerrando los ojos. Rose examina un botón flojo de su blusa. Las pequeñas olas se levantan y rompen, y el perro anaranjado ladra. Y mi vida ha cambiado para siempre".
Amarillean las hojas y crepitan bajo el paso de
Max, mientras atraviesa el otoño borrascoso de su existencia. La larga enfermedad de
Anna ha acabado por dejarle solo, simio desnudo ante el espejo que ofrece una imagen agria y diletante, aunque cada vez más nítida. Siente un impulso ineludible que le obliga a regresar a la localidad costera donde veraneó cuando era niño y decide alojarse en una modesta pensión llamada
los Cedros.
En este pueblo -al que llamaremos Ballyless- Max espera encontrar respuestas, aunque desconoce las preguntas. Es un hombre a la búsqueda, perdido, necesitado. Sigue, sin oponer resistencia, las señales de su memoria, que le ordena, impetuosa, volver al punto en el que todo cambió, para rememorar los días en los que le fue arrebatada la infancia. Aquellos días que tienen sabor a leche, sangre y sal, en un lugar donde conviven tierra y mar, vida y muerte, lo conocido y lo desconocido; en un momento clave: cuando conoció a
los Grace.
Rastreando las pistas que todavía perviven en el pueblo, la memoria de Max rescata del pasado a los gemelos
Chloe y
Myles, a sus padres
Carlo y
Connie y a su asistenta
Rose. Ayudado por el viaje iniciático emprendido, recupera imágenes y experiencias de la época que marcó su vida para siempre y que le abrió de golpe la puerta a la edad adulta, dejando atrás al niño inocente que nunca pudo deshacerse de ciertos interrogantes esenciales y que ahora, en la antesala del ocaso, el adulto herido por el dolor precisa esclarecer, tratando de hacerlo a través de un viaje de vuelta al verano de la iniciación a la vida, pero también del descubrimiento del dolor y la muerte.