Yo nunca me he recogido el pelo usando un palito. Nadie podría encontrar en mi armario ni una sola camiseta de rayas, ni hay en mi joyero pendientes de aro. Mi pelo no es tan largo y hace poco dejé atrás la década de los treinta. No me parezco a ella, la
Volátil, ese dibujito encantador que han creado las delicadas manos de
Agustina Guerrero y que, ahora que me fijo, sí se parece físicamente a ella.
Pero, como le sucede a la
Volátil, yo tampoco entiendo por qué misteriosa razón en la colada siempre aparece sólo un calcetín de cada pareja. Tengo que confesar que, como ella, más de una vez he deshojado margaritas de forma compulsiva y que, cuando la risa me invade, no puedo de ninguna forma detenerla. Sé que, si me lo propongo, soy capaz de desenredar una maraña de pensamientos hasta hacer desaparecer lo malo que hay en ellos y también estoy segura de que, en caso de no haberlo logrado, siempre puedo tratar de apartarlos para dejarles sitio a los buenos.
Como la
Volátil, mi sentido de la orientación deja mucho que desear y soy capaz de perderme hasta en mi propia ciudad. Aunque me avergüence reconocerlo, yo también meto panza en las fotos de la playa y escondo el último trozo de tarta en el fondo de la nevera, con la esperanza de que nadie lo vea y me lo pueda comer después. No sé por qué me pasa, pero me pone nerviosa que se pongan pegados a mí en la cola del supermercado y que la gente se apoye en mi hombro mientras se ríe. Aunque, por otra parte, me da mucho placer desayunar tarde los domingos y la sensación de ponerme un pijama limpio. Yo también siento una enorme tentación de subirme al columpio cada vez que paso por el parque, suelo tardar demasiado en encontrar el móvil en mi bolso cuando suena y siempre me veo más vieja con el peinado que me hacen en la peluquería.
Y además está Él, el hombre al que quiero. También él es víctima de un bombardeo de besos y abrazos cada vez que me da un ataque de amor, tiene que aguantar un interminable derroche de lágrimas cuando lloro sin saber por qué y soporta mis cambios de humor cuando me va a venir la regla. Y sí, aunque al principio decidimos quedarnos cada uno con la mitad, poco a poco yo también me he ido apoderando de la mayor parte del armario.
Quizás la
Volátil tenga más cosas en común conmigo de las que creí a primera vista. Es curioso pero, bien pensado, tiene muchas. Lo cierto es que, en realidad, se parece mucho a mí. Y sospecho que a millones de mujeres, también.