John Irving es un escritor estadounidense que en la actualidad reside en Canadá. Ha escrito varios bestseller y sus novelas han sido traducidas a más de treinta y cinco idiomas. Ganó un Oscar al mejor guion por "Las normas de la casa de sidra".
En 2001 publicó "La cuarta mano", novela protagonizada por Patrick Wallingford. Dos son las características más relevantes de Patrick: la pasividad ante la vida y la atracción que ejerce sobre las mujeres. Ambas unidas dan como resultado un hombre sin grandes ambiciones, que se acuesta con cualquier mujer que lo intente —que son casi todas las que lo conocen—.
Es periodista en un canal sensacionalista, se desplaza allá donde haya una noticia que llame la atención, con independencia de su trascendencia. Es grabando una de esas noticias en directo cuando, en un arranque de improvisación por parte de Patrick y ante la mirada de millones de televidentes, un león le arranca la mano izquierda. Las imágenes de su melodramático accidente dan la vuelta al mundo y lo convierten en el famoso «hombre del león».
Cinco años después de aquel episodio, durante los cuales ha probado sin éxito diferentes prótesis, el doctor Zajac le ofrece la posibilidad de trasplantarle una mano humana. Patrick acepta sin dudarlo. No sabe que esa decisión le ocasionará consecuencias emocionales que van más allá de recuperar el miembro perdido.
Doris Clausen, la viuda del donante, es una mujer resuelta, decidida y con una personalidad peculiar. Sus condiciones para donar la mano de su marido asombran pero no amilanan a Patrick Wallingford. Tras el trasplante y a medida que Patrick logra movilidad y tacto, descubre que el brazo le proporciona nuevas sensaciones, no solo físicas sino también sentimentales. Esas sensaciones no cambian cuando su cuerpo rechaza la mano. ¿O es la mano la que rechaza a su cuerpo?
Patrick vuelve entonces a su antigua rutina de intentos fallidos con prótesis, y relaciones esporádicas con cada mujer que lo busque; pero dentro de él algo ha cambiado. Ese nuevo Patrick quiere tomar las riendas de sus decisiones y, con seguridad por primera vez en su vida, abandonar el entorno de comodidad y desinterés hacia todo y luchar por lo que quiere.
La narrativa está marcada por el personal estilo de John Irving: personajes y situaciones con elementos extravagantes e inverosímiles, narrados con tal naturalidad que el lector los interioriza como normales. Los personajes, aparte de por ciertas singularidades —en algunos casos incluso surrealistas—, se caracterizan por tener una gran carga sentimental. Tintes cómicos y dramáticos se entrelazan en esta novela de ficción literaria, que bien se podría clasificar como farsa.
Se deduce con claridad una crítica al mundo del periodismo sensacionalista, en el que prima saciar el hambre de catástrofes ajenas del espectador por encima de la información con interés humanitario. También a la utilización de los sentimientos con fines personales, que normalmente responden a otros sentimientos poco honestos, como pueden ser la envidia, el odio o la venganza.
Y, sobre todo, se extrae del argumento que cualquier persona es susceptible de cambiar, que en un momento dado la vida puede trastocar sus certezas y darle la vuelta a las ambiciones y prioridades.