¿Tienes miedo a la muerte?
Siempre se ha dicho que en el momento de morir ves pasar toda tu vida por delante de tus ojos, ¿será verdad?
Un hombre, del que no sabemos nada, se despierta solo en la habitación de un viejo hotel y, justo cuando el autor nos ha hecho creer que es el último habitante de un mundo aparentemente distópico, aparece un joven, obsesionado y aterrorizado por el Rey Rana, que se convertirá en su compañero de viaje, pero un viaje ¿hacia dónde?
Sabemos que huyen de un ser abstracto del que niño nos habla y que damos por cierto, porque no nos queda más remedio y, en la huida, siempre hacia delante, nos encontramos transitando un muelle eterno, sobre un mar infinito que nos conduce ¿hacia dónde?
Creemos saber la respuesta al ver como sobre los viajeros empiezan a llover imágenes de su vida, y digo de su vida y no de sus vidas porque es en este momento cuando entendemos que el protagonista está solo. Únicamente le acompañan los recuerdos de sí mismo y de lo que ha dejado atrás. Él es el niño, él es adulto, él es el hotel, él es el temido Rey Rana.
El estilo de Jeff Lemire (Ontario, 1976) es muy característico, sus personajes masculinos suelen ser hombres de fuerte presencia que han sido, de un modo u otro, golpeados por la vida. Así lo vimos en Jepperd de "Sweet Tooth", en Jimmy de "Essex County" y ahora lo volvemos a ver en el anónimo protagonista que dirige sus pasos hacia el infinito en "Cazarranas".
Ya en su juventud comenzó a estudiar cine, pero cambió el séptimo arte por el noveno para poder desarrollar su lenguaje narrativo sin necesidad de consensuar con nadie sus decisiones en el proceso creativo. Por eso, aunque a lo largo de su carrera ha trabajado como guionista para otros dibujantes, sus proyectos más contundentes son los que desarrolla en solitario.
Imagino que la mayoría de los autores vuelcan en sus obras, de uno u otro modo, sus experiencias personales, pero, pocas veces, como Lemire, de una forma tan visceral. Todos sus trabajos tienen un importante vínculo con la naturaleza, fruto de la infancia del autor que creció en un entorno rural que le marcó profundamente y que vierte en cada una de sus narraciones.
Se crió en una pequeña granja atrapada en un lugar, donde las casas estaban considerablemente alejadas unas de otras generando un aislamiento involuntario que convertía a la naturaleza tanto en su mejor amiga como en su peor enemiga y así lo muestra en sus cómics, donde esta es siempre una aliada, fuente de alimento y de cobijo, pero también una fuerza en sí misma a la que es mejor no provocar.
Por eso no es de extrañar que en esta ocasión en que la narración es una alegoría de la muerte y del paso al otro lado, elija como escenario un puente sobre el mar y prescinda de los tan utilizados túneles o puntos de luz.
El dibujo, también marca de la casa, lo construye a base de trazos de lápiz, respetando el gris oscuro del grafito y utilizando el color en dos únicas ocasiones, representando el final y el principio, pero no su principio. No es casual que el color llegue al evocar no su infancia, sino de la de su hijo, el recuerdo que da color a su vida. Ha llegado el momento de hacer balance, examen de conciencia, de agradecer y de arrepentirse. Ha llegado el momento de atravesar el mar infinito, de pasar al otro lado.
No es difícil entrever las reminiscencias del cineasta en el autor de cómics. Jeff Lemire consigue como nadie mezclar el relato de terror con la poesía en un juego de sobresaltos que nos hacen meditar sobre lo rápido que pasa el tiempo y nos invitan a dar valor a las cosas importantes.
No sabemos si mañana existe. Aprovecha hoy.