Canto a mí mismo

Según León Felipe el "Canto a mí mismo" es el momento más luminoso de Walt Whitman y en él están contenidos su doctrina y su mensaje y de alguna manera también su autobiografía, aunque luego matiza afirmando que los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino. Y el destino de Whitman no fue tanto el de anunciar cosas nuevas como el de recuperar la correcta perspectiva sobre cosas viejas, cosas que todo el mundo sabe, intuye o sospecha pero que por falta de valor no se atreven a proclamar.

El hombre débil necesita un preparador y Whitman es el mejor. Es capaz de convertir al hombre-masa en un atleta, al hombre que chapotea en una orilla en un nadador olímpico y lo consigue porque, según sus propias palabras, él no da conferencias, sermones ni pequeñas limosnas, se da a sí mismo por entero. Aunque cabe decir que toda su poesía brota de una tendencia oratoria ya que Whitman, antes de empezar a escribir poemas, tenía pensado dar a conocer su pensamiento a través de charlas y esto se nota en su obra, que parece concebida para despertar a un auditorio desde un punto elevado y usando un tono discursivo y una escritura contundente, pero sin sobrepeso.

El "Canto a mí mismo" es una invitación a la alegría, al entusiasmo, a la dignidad, a la fuerza, a la entrega, a la honestidad, a la sencillez, al misterio, a la amistad, al amor, a la ebriedad, a la fe. En definitiva, al heroísmo ("No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña al mozo a ser un héroe"). Va dirigido al hombre común; de hecho, como afirma Rafael Cadenas, en este poemario Whitman se canta a sí mismo como representante del hombre común, "no como ego" ("Me celebro y me canto a mí mismo / y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti / porque lo que yo tengo lo tienes tú / y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también").

Whitman es el "gran catador de la vida, el que la gusta y acaricia incansable donde quiera que se mueva" y viene a cantar una canción y a traer unas vigorosas consignas ricas en "gérmenes sensuales" y no aptas para neutros, tibios y pusilánimes: Recorre tu camino con amor y atrévete a ver la luz. Deja que la esencia del universo se filtre por todo tu ser. Observa y espera, todo va hacia delante y hacia arriba. Mézclate con todo y con todos, no desdeñes nada ni a nadie. Ofrécete por entero, siempre ganarás en la partida. Sé aprendiz del más ingenuo y maestro del más avispado. Pierde las batallas con el mismo espíritu con el que las ganarías. No te sometas, canta la canción del crecimiento y del orgullo. No tortures tu espíritu ni para defenderte ni para que te comprendan. Si llegas a tu destino, acéptalo con alegría; si no llegas, espera alegremente también. Riega las raíces de todo lo que crece. Armoniza tu sabiduría con la alegría, todas las cosas tienen su verdad, tanto lo insignificante como lo más grande. Pregunta y anota, sigue preguntando y sigue anotando. Defiende siempre el punto de vista soleado y las conclusiones jubilosas.

Walt nos conoce a todos, no se olvida de ninguno y se dirige en esta obra total a cada uno de nosotros. Walt es un cosmos, nosotros también. Walt es tan grande como cualquiera, por eso nos mira a los ojos, nos da la mano, nos pone en el camino, nos palmea la espalda con camaradería y se aleja despidiéndose con enérgicos movimientos de su brazo. Walt tiene un alma robusta y vigorosa, nosotros también. Walt Whitman se contradice, nosotros también. Walt ha conseguido que todo cuanto ama le persiga, ¿nosotros también?