«Estamos reunidos esta noche en la cámara verde para acoger a Vincent en el seno de nuestra orden. Es una gloria para la familia Delorme admitir en su templo una nueva vocación, pero también un gran deber para el novicio que se compromete», dice entre sus páginas esta magnífica historia de Martine Desjardins (Montreal, 1957).
No tardamos mucho en darnos cuenta de que esta historia, la historia de la familia Delorme (del matrimonio que forman Louis-Dollard, segundo de la dinastía, y Estelle) va a ser narrada por la casa en la que la familia vive desde hace años, y que fue construida sobre la base de la casa paterna al fallecimiento de este y tras heredar una gran suma de dinero. Dinero, que por otra parte, no le debería haber pertenecido solo a Louis-Dollard, sino que era también para Oscar, su hermano menor, a partes iguales, pero, por las malas artes de Estelle, la herencia no se dividió.
La casa, que aloja la cámara verde, epicentro de las dichas y desdichas del matrimonio, nos presenta a todos los personajes, al padre de Louis-Dollard, al propio Louis-Dollard, a Oscar, su hermano, y a sus tres hermanas (que no pintan nada en la herencia y que desempeñan el papel de tres solteronas excéntricas, cada una con una fobia particular que hace de cada una de ellas el carácter necesario para complementar esta historia). Podría decir que es una historia divertida, pero seguramente alguien me tacharía de loca (que no digo que no). Y en realidad es una historia divertida en la que Desjardins nos narra los males que la avaricia llevada al extremo puede ocasionar en una persona, y no digamos lo que puede ocurrir cuando dos personas con las mismas ambiciones en la vida (amasar una gran fortuna, pero no gastarla en ninguna circunstancia) unen sus vidas para siempre.
No, en realidad, he mentido un poco, sí que gastan el dinero bajo una circunstancia: encandilar a una joven que dice ser poseedora de una gran fortuna para que contraiga matrimonio con el hijo del matrimonio, con Vincent. Afortunadamente Penny, que así se llama esta joven, y Vincent ponen el punto de cordura a este matrimonio avaricioso, huraño e interesado; no consiguen cambiar nada en las mentes de Louis-Dollard y Estelle, pero sí consiguen mantener la prudencia y la sensatez en las suyas propias.
La narración es fantástica, gracias también a la traducción de Luisa Lucuix Venegas, desde el momento en el que te das cuenta de que la narradora de esta historia es la casa, se convierte en algo normal, no resulta extraño que nos cuente cómo de descuidada están sus paredes o sus cañerías, no nos chocará leer sus quejas o sus favoritismos para con los habitantes de la casa, es decir, de ella misma, no resulta anómalo que nos cuente cómo se construyó la cámara verde, lo que alberga y quién puede acceder a ella. No es ni extraño, ni chocante ni anómalo, es inteligente dejarnos guiar por sus habitaciones y las vidas de sus inquilinos de la mano de la principal protagonista de la casa: la propia casa.
Y, ¿qué alberga esa cámara verde que da título al libro? Aunque el secreto se desvela muy pronto es mejor leer la novela para descubrirlo, y avanzar paso a paso por las vidas de los personajes que Desjardins nos presenta en su divertida y negra (por gótica) novela.