«…y cuando las abrazaba, en realidad buscaba el calor de mi madre y no lo encontraba, aunque para ser justos, he de decir que tampoco lo encontraba en mi madre, sólo como reminiscencia o algo así» (p. 120). Esta frase, para mí, resume por completo la historia que encontramos en "Las brujas". Siento haber fastidiado la sorpresa…
El largo lamento de un joven que no sabe cómo reclamar su sitio en el corazón de su madre, que no entiende por qué su padre los abandonó (sabe por qué, pero no lo entiende en el fondo) y que no tiene la fuerza para plantar cara a su hermano mayor; incapacidades que lo llevan a autolesionarse, a dudar de sus valores, de su esencia como persona, a cuestionarse si sabe amar o sólo es necesidad lo que siente por las mujeres, por una en concreto (a la que aparta de su lado cuando la tiene cerca y a la que quiere volver cada vez que no la tiene)… Sólo en su cabeza («…para mí la vida no es lo que ocurre fuera de nosotros, sino lo que ocurre por dentro» p. 80), su imaginación es capaz de hacerle vivir una vida suficientemente válida como para seguir adelante, o tan sólo se trata de que la cobardía le impide poner fin a todo «…y pensé, lo sigo pensando, que las personas valientes carecen de imaginación, porque la imaginación te acobarda, te ensimisma en una multitud de escenas que se repiten con ligeras variantes, y acaba condenándote a la inacción» (p. 125).
El estilo narrativo que he descubierto en "Las brujas", el estilo de Castro —del que leeré sus anteriores novelas, porque me he estrenado con esta última— me ha llevado a leer con urgencia, casi con angustia, a tener la necesidad de que este joven personaje sin nombre (como los personajes que Clint Eastwood nos regaló en la Trilogía del dólar —"Por un puñado de dólares", "La muerte tenía un precio" y "El bueno, el feo y el malo"— de la mano de Sergio Leone; luego vendrían otros, pero Clint es Clint…) me cuente todo lo que siente, lo que piensa, lo que teme… todo lo que ha dado forma a su vida. Una vida que está rodeada de fracaso (el matrimonio de sus padres), de violencia (la que recibe de su madre que no lo quiere y de su hermano que lo golpea con cualquier excusa; incluso la que él ejerce sobre Lorena, su ¿pareja?), de adicciones, de… algo que se convierte en insoportable para seguir avanzando, pero que al lector lo mantiene despierto para saber cómo ha podido ser capaz de seguir adelante en ese ambiente un joven sin armas (metafóricamente hablando) para sobreponerse a tanta adversidad. ¿Cómo?... «por eso prefería entregarme a cualquier ritual, a cualquier antojo de Lorena, a beberme su sangre menstrualmente, antes que permanecer insensible hasta mi muerte, lo digo en serio ¿eh?... sentir... sentir algo, lo que sea, y aunque duela… pero sentir…» (p. 87).
Una vez superada la sorpresa de encontrarme con un estilo extremadamente personal —soy correctora… entiéndanme, por favor—, "Las brujas" pasa a ser la sorpresa. Por la forma en que está contada, por lo que te hace pensar, por lo que es en sí misma, porque te pone delante de muchas realidades de la sociedad en la que vivimos, de la que hemos construido a golpe de silencios e indiferencias… «esa sensación persiste para mostrarte lo absurdo de nuestra existencia, que vivimos en los vapores de una fantasía, en una emanación constante» (p. 118).