Alaitz Leciaga es una de las escritoras españolas que mejor ha sabido emplear, con su propia impronta, el realismo mágico americano, a sus novelas. Me refiero a ese recurso tan particular que ha marcado las obras de dos narradores famosos en Hispanoamérica: Gabriel García Márquez e Isabel Allende.
Para Leciaga su realismo mágico tiene un componente imprescindible: la naturaleza; de ahí que en El bosque sabe tu nombre, ese bosque es un personaje más que se entreteje en la trama.
Las gemelas, Estrella y Alma, hijas de los marqueses Zuluoga, viven en una mansión a orillas de un acantilado. Su padre, dueño de una mina de hierro, es un hombre déspota y ruin, mientras que su madre ahoga el fracaso de su matrimonio en fiestas, y esparcimientos sociales en los que no están incluidas sus hijas.
En ese ambiente mágico que les procura el bosque, las niñas atraviesan su infancia sabiendo que antes de cumplir quince años, una de ellas va a morir.
Un extraño poder, heredado de la abuela paterna, se fortalece en la sobreviviente. Es ella la que, con ayuda del fuego, el viento, el agua y los peligros que la acechan pone en práctica sus facultades extraordinarias para cambiar los giros de la trama.
Una protagonista, que, a pesar de su egoísmo, logra empatizar con el lector, ya sea por la vitalidad de su personalidad o por su temple de acero. Convertida en la nueva marquesa, hay una evolución en el personaje; sentimientos como el amor y la compasión, hasta el momento desconocidos, empiezan a aflorar en ella.
Los hombres, al igual que en otras novelas de la autora, tienen un rol secundario permitiendo destacar aún más las cualidades de las féminas, ya que junto a la señorita Zuluoga hay otras mujeres que están casi a su altura.
El bosque sabe tu nombre es una novela donde los fantasmas y los seres mitológicos se entretejen con los reales y donde la vacilación es otra característica que envuelve al lector en una incertidumbre permanente. Dentro de su estilo es, sin duda, la obra más elaborada de Alaitz Leciaga.