De un tirón se lee esta novela corta de José Julio Perlado. ¿De qué trata? De un escritor, Dante Darnius, que gana el Premio Nobel sin poder escribir nada: lo tiene todo en la cabeza, pero no le sale. De la mirada de su nieto Juan, el que narra la historia. De la familia de los Darnius: el tío Byron, la hermana Amuhka y la Madre total. También de Blasa y de otros muchos tiernos, chocantes y geniales.
Esta novela no se parece a nada que yo haya leído antes, es un tono y un estilo realmente sorprendentes, diferentes.
Va sobre leer y escribir, sobre la vida y el asombro y la imaginación de todo escritor –y lector- que viene antes que escribir y leer. En el principio estaba lo que imaginábamos. Sin imaginar, sin mundo interior, no somos nada o somos menos. De la soledad y el silencio también habla. Y de todos esos personajes que se sientan con nosotros cuando leemos o escribimos algo, en nuestra mesa, por derecho propio, y nos desbaratan. ¿Qué hace toda esa gente que se mete en nuestra vida sin permiso ni nada?
No he sido exacta. Esta novela sí que tiene algo, mucho, de antes o de siempre. Algo que me recuerda a otros relatos.
Tiene algo de película neorrealista o fantástica u onírica, de teatro del absurdo con esperanza, donde todo puede suceder. Viajamos a Creta donde las sílabas o letras nos hablan, también a Nueva York y África donde la gente cuando no duerme son como luciérnagas, no se apagan. Hasta Japón llegamos. Se da un aire por momentos a “La familia” de Éttore Scola. Y una parte, la de la rueda de prensa tras recibir el Nobel, tronchante, es como si fuera interpretada por aquellos escritores humoristas finos y elegantes españoles de antes (Tono, Mihura, Jardiel Poncela). Es también una novela muy delicada y amable. Y es por eso hoy muy rara.
Una joya como ésta pequeña y engarzada por quien sabe ver los colores, sabores, sonidos y matices, todo lo que el ojo, el paladar o el oído humano a veces no capta porque no nos lo presentan delante, y solo lo ve, gusta u oye Dios, o lo ve Cousteau, por poner un ejemplo, en su caso, porque es el único que baja a las profundidades, nos lo escribe José Julio Perlado para que lo disfrutemos.
Se pasa genial leyendo “Mi abuelo, el premio Nobel”, te da pena que acabe.
A mí me parece que de eso se trata la literatura y el arte: del asombro, del matiz, de la palabra que juega, del juego en definitiva sin pretensiones de nada, para hacernos pasar un rato interesante y saber que esta vida, como los libros, como la escritura, es un regalo con algunas dificultades. Y que la paciencia es muy importante. Como lo es el humor y no tomarse en serio. El amor también parece importante.
A veces hay que marcharse a vivir la vida como hace Juan Darnius, el nieto de Dante Darnius, para que muchos años después caigas en la cuenta de lo que te traes entre manos.