A Sandino no le gustan especialmente los automóviles. Tampoco le gusta conducir. Cómo ha acabado realizando el mismo trabajo que había hecho su padre y su hermano tiene más que ver con la visión en túnel hacia la que te encajona el paso de los años que con una elección. Sandino deambula por Barcelona a golpe de cliente del mismo modo que circula por la vida, movido por impulsos, por buenas ideas que al cabo de un rato pueden no parecerlo tanto, por las ganas de no sabe bien qué, que, eso sí lo sabe, tiene que satisfacer ahora.
Hace no demasiado tiempo quería ser escritor. Ahora no siente la necesidad de escribir, le basta con leer. Devora libros, en casa y en su taxi, a la búsqueda de ese algo al que no sabe poner nombre pero que, está seguro, cuando lo lea reconocerá. Y está la música, los Clash y otros muchos, dulces tragos amargos que siempre tendrá ahí, a su disposición, cuando necesite lamerse las heridas o, para el caso es lo mismo, echar sobre ellas un poco de sal.
Responde al mote de Sandino, pero este no es su nombre real. Es su nombre de guerra, un apodo de calle tras el que Jose -Jose, no José- juega al escondite consigo mismo, alimentando excusas que le impiden mirarse cara a cara y enfrentarse al cobarde que prefirió comprar la vida en lugar de irla a buscar.
Encontrar a Sandino es fácil. Es amigo de sus amigos, basta preguntar por él a Sofía o a Ahmed, o pasarse por el bar Olimpo, donde antes o después acabara por entrar. Encontrar a Jose es mucho más difícil. En ello anda Lola, su mujer, "Lola tenemos que hablar", que quizás haya agotado sus fuerzas tras años de intentar salvarse de sus demonios y de tratar salvarle a él, tendiéndole cuerdas a las que poder agarrarse durante la caída a ese pozo que parece no tener fondo. Lola. Hope. Verónica. Nat. Todas iguales, todas tan distintas. Bálsamo y veneno para un taxista mujeriego, insomne y melancólico que no encuentra el rumbo porque se salió del camino, o le empujaron, o nunca lo encontró, qué sabrá él. Lo que sí sabe es que no siente, al menos no como debería. Se ha convertido en alguien que arrastra un alma anestesiada que se gangrena por inanición. Un buen tipo siempre fuera de lugar, a quien va matando poco a poco lo único que puede sanarle: la nostalgia de lo que nunca sintió. Lo suficientemente lúcido para ver su imagen reflejada en el espejo, pero carente de la pócima que permite atravesarlo. Un hombre complicado, rodeado de mujeres complicadas, nacido en una familia complicada y que lleva una vida complicada: un hombre común.
Curiosidades: - El mote del protagonista procede de la defensa que hacía del álbum que The Clash publicó con el título "Sandinista!". Algunas de las canciones de este álbum dan título a los capítulos del libro.
- A pesar de la existencia de delitos, violencia y tráfico de drogas en el argumento de "Taxi", Carlos Zanón se aleja con esta obra de la novela negra tradicional para ofrecer una historia tintada de su mirada oscura, con un protagonista memorable y psicológicamente complejo que logra dejar a la trama en un segundo lugar.