También esto pasará

En 1960 el padre de Esther Tusquets compró la pequeña editorial Lumen para regalársela a su hija. Esther la dirigió durante casi 40 años y se convirtió, en palabras de Carmen Balcells, en "la gran dama de la edición española" -con permiso de su cuñada y también editora Beatriz de Moura que, tras abandonar Lumen, fundó con Óscar Tusquets otra de las legendarias editoriales españolas: Tusquets Ediciones-. A finales de los años 90 Esther vendió su editorial al grupo Bertelsmann a través de Random House-Mondadori negociando la operación en una partida de bridge, juego al que era muy aficionada. En el año 2002 fundaría con su hija Milena RqR Ediciones, sello editorial que tendría una fugaz existencia. Mujer tan racional y certera como apasionada, según la describió su íntima amiga Ana María Moix, Esther mantuvo toda su vida una relación compleja y ambivalente con su hija Milena, la cual afirma que la vida con su madre fue un proceso continuo de seducción mutua y su muerte constituyó para ella la primera pérdida de uno de los grandes amores de su vida.

Tras superar el primer año de duelo Milena decide homenajear a su madre y le escribe una carta de amor en forma de novela. El resultado es "También esto pasará", texto autobiográfico novelado en el que Blanca -alter ego de Milena- tras la muerte de su madre emprende un viaje al Cadaqués de todos los veranos acompañada de sus dos hijos, sus dos exmaridos y sus dos mejores amigas. En Cadaqués ya no está su madre, pero su recuerdo y su espíritu impregnan la novela. No se cita el nombre de Esther Tusquets en ningún momento, pero sumando todas las evocaciones de ella que hace Blanca-Milena podemos recomponer el alma de esta fascinante mujer y ser testigos de cómo su legado -"libertad, pasión, educación"- fluye a través de Milena hacia sus nietos.

Aprovecha también Milena para extender su homenaje a toda una generación de intelectuales y artistas catalanes surgidos en los años 60-70 en Barcelona a los que el periodista Joan de Sagarra llamó la "gauche divine". Por la casa de su madre pasaban con frecuencia muchos de ellos (Ana María Moix, Terenci Moix, Gil de Biedma, Óscar Tusquets...) Este movimiento convirtió la calle Tuset de Barcelona en "el rovell de l´ou de la modernitat", en el equivalente español de la Carnaby Street londinense o la Madison Avenue neoyorkina. Milena en su infancia y juventud conoció a alguno de ellos que, junto con su madre, le transmitieron su pasión por la vida y por la libertad. La forma de vivir de estos personajes, inteligente, alegre, ligera y elegante, fue siempre un modelo para ella.

Sin bautizar, zurda, blancuzca y pecosa, con padres separados que se bañaban desnudos en Cadaqués y que a veces votaban a los comunistas o se ponían a disertar sobre el lesbianismo, Milena explica que la rareza siempre le ha perseguido, que siempre ha tenido vocación de outsider y que nunca ha sabido encajar en ningún sitio. Con una franqueza que sorprende confiesa que en su vida se ha fiado más de los instintos que de los razonamientos, que nunca ha hecho planes para nada y que escribe para que la quieran. Sin ningún tipo de impostura y con total impudicia habla del sexo como salvación, del sexo como lo contrario de la muerte, del amor como lo menos fiable del mundo pero lo más necesario, un sentimiento que no conoce ley ni domesticación y que nos empuja hacia dos palabras mágicas: te quiero, palabras que nos pueden convertir "en un perro, en un Dios, en un chiflado, en una sombra".

Haciendo gala de una honestidad sin filtro Blanca-Milena narra sus intentos infructuosos por conseguir que su cabeza sea un templo y su cuerpo un parque de atracciones; sus esfuerzos por salir del patio de recreo para evitar ser un fraude de adulto; su necesidad de abrir la boca y fingir que grita en silencio para calmar el aullido que lleva en su interior y que intenta romperla; su lucha contra la tristeza, condición que lastra con un peso insoportable todo, incluido a uno mismo; su educación feroz y eficaz contra todo tipo de sometimiento no lúdico; su incapacidad para llevar el odio y el resentimiento como insignia gracias a la "heroicidad estúpida" de seguir queriendo a toda la gente que un día quiso pese a las deslealtades y deserciones.

La muerte de Esther Tusquets ha supuesto para Milena la expulsión definitiva de la infancia a los cuarenta años. Su alegría loca por la vida ha acabado. Este libro, aunque no le ha servido como exorcismo ya que el dolor le sigue atacando, le ha ayudado a controlarlo. Está empezando a respirar mejor, ya casi no tiene pesadillas y algunos días, no muchos, siente revolotear el polvo de hadas sobre su cabeza. "El dolor y la pena pasan, como pasan la euforia y la felicidad", le dijo una vez su madre. Quizá ahora sabe que esto no es del todo verdad.