La suma de las partes

Desde luego no estamos ante una novela al uso, ni en su contenido ni en cómo se desarrolla.  A través de sus páginas, y teniendo como hilo conductor la investigación de un asesinato, el lector recorrerá el convulso escenario de la Viena de entreguerras mientras escucha la voz de un Kafka agonizante. Es esta una novela de voces. Porque quizás son las voces lo único que en verdad perdura. La voz de un escritor permanece dormida en el interior de un libro, que en realidad no es más que el eco de su pensamiento. Un eco que perdura cada vez que alguien inicia su lectura. En ese sentido, la voz de Kafka, la de Freud o la de Hitler, aún se siguen escuchando entre nosotros. Voces que se dieron cita en esa Viena de entreguerras. Voces que cambiaron el mundo y nos obligaron a aceptar y asumir que bajo nuestra aparente racionalidad anidan monstruos que pueden acabar devorándoos. 

Como dice uno de los protagonistas de la novela, solo hay dos tipos de víctimas: las que desean morir y aquellas que no lo desean. Quizás la verdadera investigación, la única posible, no sea averiguar quién fue el autor de un asesinato, sino si la mujer que yace muerta en un piso de Viena deseaba morir. Puede que en realidad, y aunque no queramos reconocerlo, esa sea la única razón por la que leemos con avidez las novelas negras, porque queremos bucear en ese misterio de la muerte no deseada y porque, como también se comenta en la novela, queremos tener la seguridad de que nosotros no somos el muerto. 

Construida alrededor de un tiempo fragmentado, la novela se desarrolla como un puzle en el que al final todas las piezas encajan, dejándonos con la impresión de que el todo es siempre mucho más que la suma de las partes. 

Bienvenidos al juego.