"Cándido y diabólico, elegante epicúreo, imita los furores de los bíblicos, lleno de aspiraciones místicas es el más escéptico de los individuos; mundano y eremita, punzante y cortés, reposado y colérico, profeta y tolerante, dividido entre la avidez de la vida y el sentido de la irrealidad de las cosas".
(Pietro Citari sobre Cioran).
"...como una puta en un mundo sin aceras", así se sentía
Cioran, un
pensador independiente y solitario ajeno a las instituciones académicas, alejado de cualquier escuela filosófica y al margen de cualquier movimiento cultural.
Fernando Savater -su introductor en España y amigo- decía de él que era "el único
pensador privado en el sentido
kierkegaardiano de la expresión.
El pensamiento de
Cioran es intrusivo y clarividente, carece de
sistema ("de un sistema sólo sobreviven las
verdades nocivas"). Se sentía atraído por autores poco sistemáticos como
Pascal y
Nietzsche, sus maestros en el pensamiento breve y afilado. Su escritura
aforística y fragmentaria se aleja del lenguaje técnico-filosófico tan caro a los "
profesores" y se acerca más a la pasión de los
literatos o al furor de los
místicos.
Cioran aborda las ideas con ferocidad, proyectando su lucidez hacia la vida mientras hace equilibrios al borde del abismo.
Sus
silogismos no son tales, carecen de premisas, son pura
conclusión. Son iluminaciones, fogonazos, disparos al centro de las ideas con las que comulgan los autocomplacientes y los bienpensantes. Su lectura inquieta, desconcierta, nos muestra lo problemático que puede ser lo obvio, lo insospechado oculto tras lo indiscutido, lo irritante pero tónico que puede ser el "pensamiento incómodo", lo seductora que puede ser la
fatalidad, lo estimulante de la
nada.
Tras rumiar sus "
Silogismos de la amargura" lentamente, todos nuestros referentes parecen sospechosos, nuestras certezas cojas, nuestros
dogmas sólo consignas tranquilizadoras, nuestra cobertura
intelectual quebradiza. Sin embargo, hay algo terriblemente seductor en su
pesimismo, la fatalidad que parece rodearnos y que él nos muestra nos aligera en vez de lastrarnos.
Cioran nos invita a vibrar con el vacío, a experimentar el
sinsentido no con "
náusea" sino con estremecimientos místicos o artísticos.
Para un hombre que consideraba que la única prueba de la existencia de dios era la
música de
Bach las sensaciones son más importantes que los
pensamientos, espejismos lógicos alejados de las fuerzas primarias de la vida. Fuentes que, sin embargo, se mantienen permeables a niños, artistas y santos ("Lo que
es repele el abrazo verbal y la experiencia íntima no nos revela nada fuera del instante privilegiado e inexpresable").