Al nacer nos deslizamos de un microcosmos biológico a una semiosfera, a un ámbito saturado de signos en el que interactuan y se tensionan una oralidad sustancial y una escritura performativa. Lo oral frente a lo escrito, el espíritu frente a la letra buscando una armonía que se resiste.
Lo oral es maternal, orgánico, busca ser memorizado, tiende hacia la espontaneidad y hacia el intercambio honesto, pues permite la refutación y el cuestionamiento inmediato. Lo oral no tiene autor, pretende modelar las conductas provocando la imitación.
Lo escrito viene del padre, de la cultura. Tiene autor y por lo tanto autoridad, tiende hacia el código porque es prescriptivo, pretende ser magistral y busca canonizarse. Al no permitir la refutación inmediata solo admite la glosa, el texto sobre el texto en una espiral interminable de comentarios.
En esta lucha entre los partidarios de lo oral (el pastoralismo radical, el ascetismo iconoclasta) y los defensores del libro (hermenéuticos, apologetas, exégetas) yo entiendo que Steiner en "El silencio de los libros" media apostando por buscar el silencio después del libro, pero a través del libro. Toda lectura profunda se realiza en silencio y termina por llevar al silencio. La síntesis entre lo oral y lo escrito sería el sentido, o por lo menos la promesa del sentido. Lo inmediato y lo mediatizado tirando hacia la luz.
En la segunda parte del libro Michel Crépu reivindica la figura del buen lector apoyándose sobre todo en Proust. Para Crépu un buen lector necesita tiempo, silencio y paciencia. Necesita ocio (otium, lo que no es negocio), necesita un espacio mental vacío en el que puedan pasar cosas, aparecer signos y revelarse secretos. El "vicio todavía impune" de la lectura no nos aparta del mundo - como alguno de los enemigos de la literatura sostiene - nos permite estar en él "pero de otra manera", nos permite acercarnos a una verdad y una belleza "medio presentidas, medio incomprensibles" pero eficientes y vivificadoras, capaces de acabar con la muerte y el tiempo.
Curiosidades: - Como dice George Steiner sobre "El silencio de los libros": "La mejor definición de la vida la hizo Samuel Beckett: `Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor´. Yo quise fracasar mejor, y es lo que intento decir con este libro".