Quien ame el mundo de la literatura infantil, un mundo cruelmente desdeñado y minusvalorado por muchos adultos, seguramente habrá leído, con conocimiento de causa o sin ella, alguno de los maravillosos libros del escritor estadounidense Arnold Lobel. Se puede afirmar, por tanto, que en la mayoría de los hogares norteamericanos y europeos madres y padres han narrado a sus hijos historias que han salido de la pluma y pincel de este magnífico autor.
Lobel (Los Ángeles, 1933 – Nueva York, 1987), estudió diseño en Nueva York y tras un breve periodo prestando su talento al mundo publicitario, comenzó a dedicarse en exclusiva a ilustrar libros infantiles. De ahí, dio el salto a escribir sus propias aventuras, y es así como llegó a figurar como ilustrador en más de cien libros y su nombre comenzó a figurar entre los grandes autores de literatura infantil. Entre sus obras más emblemáticas figuran la serie Sapo y Sepo, en la que destacan, "Sapo y Sepo son amigos" (1970) o "Días con Sapo y Sepo" (1979), y la serie del Ratón en la que se encuentran "Historias de ratones" (1972) y "Sopa de ratón" (1977).
Habiendo demostrado la calidad de su prolífico trabajo, fue agasajado con numerosos premios como el Caldecott Medal otorgado por la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos o el Caldecott Honor Books por sus trabajos dentro de la serie Sapo y Sepo.
Y es que, ¿quién no se ha emocionado con la inquebrantable amistad entre Sapo y Sepo?, ¿quién no se ha desternillado de risa con las ocurrencias de esta pareja de amigos?, ¿cuántos de nosotros no nos hemos maravillado con la pasión por la literatura de un pequeñito ratón que busca salvar su vida contando imaginativos cuentos?
En esta ocasión, sin embargo, se muestra otro trabajo de Lobel, quizás menos conocido pero igualmente encantador. "Saltamontes va de viaje" (1978), comienza por la simple decisión de Saltamontes de seguir un camino y ver hasta dónde le lleva. Y no son pocas las aventuras con las que irá topando: desde un club de escarabajos amantes de la mañana que enarbolan carteles ensalzando los beneficios del periodo diurno y que intentan que Saltamontes se una a su club, hasta mariposas que no cambian su rutina ni una brizna y que pretenden que el protagonista siga sus mismos hábitos.
Se trata, a fin de cuentas, de un canto a la aventura, una proposición de que disfrutemos del viaje, nos apartemos de lo cotidiano y experimentemos lo diferente, lo ajeno. Una delicia para la vista y para el corazón.