La resistencia íntima

Novalis decía que la filosofía era la nostalgia de estar en casa, siendo la casa ese lugar a donde se vuelve y la vida una parábola de los retornos. En esa casa a la que siempre intentamos volver está el secreto, el descanso, el alimento, el tesoro. Es el lugar en el que nos recomponemos y nos protegemos de la dispersión, donde experimentamos la proximidad, la familiaridad y la intimidad. Es el lugar del repliegue y el cobijo, el lugar donde resistimos, donde nos demoramos. Pero a la casa se vuelve porque de ella se sale, y se sale de ella porque vivir es bascular necesariamente entre la intimidad y la exterioridad, siendo esta última ese lugar a la intemperie en el que estamos expuestos y somos interpelados.

La existencia ordinaria, la cotidianidad, no es una vida de segunda categoría. Experimentar lo cotidiano significa integrar día a día en la masa de lo conocido lo "ligeramente nuevo", lo similar, que mediante pequeños contrastes evita la rutina de la mera repetición de lo idéntico. La vida corriente permite "aproximarse y hundirse" en la realidad, experimentar su cercanía y al mismo tiempo a nosotros mismos como aquello que reúne las diversas realidades, que las acompaña y las cuida. Parafraseando a Heráclito, también en lo cotidiano están presentes los dioses. En la sencillez del día a día, en el sentido común, en el lenguaje ordinario, encontramos el camino para volver al curso de la pura vida, al camino que nos cura del "mal de las abstracciones" y nos hace conscientes de que "lo más profundo reside en lo más cercano".

El nihilismo es una experiencia, la experiencia del abismo, ese pozo al que caemos tras cortar los "hilos", los vínculos, los enlaces que nos unen al sentido, al valor, a la unidad, al fin. Es un proceso que lleva a la nada y que forma parte de las lógicas de la decadencia. Este proceso hace acto de presencia en el hombre a través de un estado de ánimo fundamental: la angustia, congoja que experimentamos no solo ante la nada o el vacío sino también ante el retorno de "lo mismo", del "viscoso arrope de la existencia".

La tarea de la filosofía para Esquirol es pensar en un movimiento que resista y contenga el efecto corrosivo y disgregador del nihilismo. Propone una aproximación al origen que nos permita orientarnos de nuevo, volver a lo más "original" para experimentar el misterio de la existencia, para "ser inicio". Pero eso no significa que "la niebla del nihilismo" desaparezca completamente -"el nihilismo no se supera, se afronta"-. Pero sí que este retorno a la proximidad, a la casa, a la compañía, a la intimidad, al "cultivo del propio huerto", puede ser una ruta hacia el sentido, hacia la recuperación del nexo. Existir es resistir discretamente, replegarse al margen para evitar perderse a sí mismo, teniendo en cuenta que la resistencia debe ser generosa, esperanzada y "metodológica", es decir, que forme parte de un proyecto, que como una "luz de camino" nos acompañe e ilumine.