Venecia, madrugada del 25 de diciembre de 1627. Celebración de la Misa de Navidad. Este es el momento exacto previsto para que culmine la nueva misión que le ha sido encomendada a Diego Alatriste, un golpe que resultará esencial para la corona española: asesinar al dogo de Venecia.
El valiente Capitán, acostumbrado como está a asumir riesgos, acepta intervenir en la conspiración a sabiendas de que el recorrido estará plagado de peligros, sorpresas y dificultades. Para llevar el plan a buen término cuenta con la inestimable ayuda de algunos antiguos compañeros de fatigas; ninguno de ellos duda en embarcarse en la aventura que les espera. En especial será de gran utilidad la maestría en el uso de la espada del siciliano Gualterio Malatesta, la experiencia en combates que atesora el soldado aragonés Sebastián Copons y la intuición natural para las emboscadas del moro Gurriato. Y no será obstáculo para que pueda acompañarles la juventud de Íñigo Balboa y Aguirre, testigo y narrador de la memoria de Alatriste, como tampoco nunca antes lo fue.
En estos menesteres se encuentran el Capitán Alatriste y sus hombres, dispuestos a disputar el más arriesgado de los envites, al que acuden pertrechados por una buena ración de coraje, aunque sin prescindir de la prudencia. Según el poeta y diplomático Quevedo les hizo saber, deberán viajar a Nápoles, Roma y Milán para después tender una emboscada secreta en la Serenísima república de Venecia, la "ciudad del mar" para unos, la "puta del mar" para otros.
Este puñado de hombres luchará en la isla de los Esqueletos, entre cadáveres, restos de huesos y calaveras. Bajo la autoridad del Capitán Alatriste combatirán a golpe de espada, esquivarán estocadas mortales, disputarán mil batallas cuerpo a cuerpo y se verán en encrucijadas en las que el más mínimo fallo podría ser fatal.
"El puente de los asesinos" es una auténtica novela de aventuras al más puro estilo de Arturo Pérez Reverte. Un relato de corsarios, sicarios y hombres de acción que defienden su vida con sudor y sangre, fieles a un mismo principio vital: Cuando todo se va al diablo, nunca olvides las reglas. Las propias.