Un novelista (¿Enrique Vila-Matas?) espera en una habitación de hotel y esta espera la convierte en un relato en el que el protagonista es un escritor (él mismo) que mientras espera desarrolla una teoría literaria sobre la novela del futuro, al mismo tiempo que reflexiona sobre la espera como condición fundamental del hombre y como tema literario de algunos grandes autores como Gerard de Nerval, André Breton, Dino Buzatti, Kafka, Coetzee, Beckett y, sobre todo, Julien Gracq.
La obra de este último "El mar de las Sirtes" no solo representaría un ejemplo perfecto del tratamiento de la espera en la literatura, sino que también sería un libro avanzado a su tiempo y que cumpliría con los cinco requisitos "irrenunciables e imprescindibles" que debe tener la novela en el siglo XXI según nuestro narrador, a saber:
- Intertextualidad ("escribimos siempre después de otros", "el mimetismo espontáneo cuenta mucho: no hay escritores sin inserción en una cadena de escritores ininterrumpida").
- Conexiones con la alta poesía. No se trataría de hacer prosa poética, sino de beber en fuentes poéticas profundas.
- Escritura vista como un reloj que avanza, como un reloj que se adelanta. Literatura de percepción capaz de mostrarnos el futuro, una literatura prospectiva.
- Victoria del estilo sobre la trama ("el estilo avanza dando triunfales zancadas, la trama camina detrás arrastrando los pies").
- Conciencia de un paisaje moralmente ruinoso, en concreto el paisaje del siglo XX, "la historia de un gran vacío provocado por ese inmenso orgullo de pensar que, muertos los dioses, nosotros somos lo único inmortal que existe".
El mundo es una gran sala de espera. Vivir es siempre vivir en espera de. ¿En espera de qué? ¿De una revelación? ¿Del sentido? ¿De la certidumbre? ¿De la significación? La espera, que para Kafka es una dimensión espiritual del hombre, es mucho más que un intervalo temporal en el que uno ejercita la esperanza o la desesperanza, es un estado metafísico relacionado con el silencio, la profundidad, la vigilia, la paciencia, en el que se afirma el presente y la vida. Y este estado genera un tipo especial de espíritu, el "espíritu vacante" generoso y disponible. Además produce también unos efectos en el ánimo nada despreciables, como son los de sentir la vida más liviana, más próxima y más rica en posibilidades. En última instancia no sería descabellado pensar que quizá el sentido de la vida se halle en encontrar el sentido de la espera, de una rica espera.