Séneca no es un filósofo, es un lugar al que volver, un retiro, un refugio. Porque al final siempre volvemos a casa ("¿hacia dónde vamos? A casa, siempre a casa") según escribía Novalis. En él no es importante la lógica ni la metafísica, lo fundamental en él es su pensamiento existencial encaminado hacia la consecución del "buen vivir". Conocer para Séneca era conocer y realizar el bien. Séneca es un formador de almas con una querencia natural a la enseñanza (Carta VI a Lucilio) y con la convicción de que enseñando se beneficia a sí mismo.
Su vida transcurrió en uno de los periodos más corruptos del imperio romano, las cortes de Calígula, Claudio y Nerón. Periodo en el que la búsqueda de la virtud proclamada por Séneca, por ausente, era más necesaria que nunca. Su inspiración filosófica fue pues el "estoicismo nuevo" o el "estoicismo de la época imperial romana", aunque su afiliación filosófica no fue obstáculo para que acudiera a otras escuelas, cuando el estoicismo no le daba respuestas satisfactorias (epicureísmo, cinismo, escepticismo, platonismo...)
A pesar de ser determinista y materialista a la vieja usanza su estoicismo fue moderado, sobre todo por su "tono", lo cual permite hablar por sus especiales características de un "senequismo". Su tono moral y acento religioso-teísta hizo que el cristianismo tratara de apropiárselo, hablándose incluso de una supuesta correspondencia entre Séneca y San Pablo.
Séneca representa un modelo de "dulcificación" de la razón, de una razón mediadora entre la esperanza y la desesperación, de una razón al servicio de la vida, de una razón que es consuelo y remedio frente al desvalimiento que representa nuestra condición mortal y nuestro sometimiento a los poderes invasivos. Es nuestra necesidad y nuestra indigencia moral la que activa pues la filosofía siempre viva del sabio cordobés.
El dominio de sí, la paz, la tranquilidad del ánimo, la vida retirada, la resignación, la separación de las pasiones del vulgo, la amistad, la clemencia, son algunas de las cosas importantes en el proyecto senequista que convierten a un hombre vulgar en un sabio capaz de llevar a cabo por la fuerza de su voluntad lo que la divinidad debe a su propia naturaleza (Carta LIII a Lucilio), estando por lo tanto el sabio por encima de los dioses.
El libro de María Zambrano "El pensamiento vivo de Séneca" incluye una selección de textos escogidos de Séneca, entre los que destacan unas Cartas morales a Lucilio. Estos textos van introducidos con un breve pero iluminador prólogo de María Zambrano, cuya agudeza intelectual y escritura redonda no deja de sorprendernos nunca.