Amanece en Alejandría, a finales del siglo IV. Paulo es el heredero del taller familiar donde elabora papiro de calidad. Continúa con esa tradición colaborando con la Biblioteca, pero de algún modo se siente prisionero de un oficio que no ha elegido.

En Roma, Claudia es una patricia que acaba de enviudar mientras su hijo comienza la carrera militar en el limes oriental. Sus amigas se entregan a una vida de tertulias y eventos sociales. Pero a ella no le atrae esa perspectiva y se hace cargo de la biblioteca de su marido, entregándose a la lectura de lo que antes le estaba vedado. El descubrimiento de un extraño libro con un pez en la portada cambiará su vida.

Pájaros azules en Roma no es la típica novela histórica en la que se narran batallas y acontecimientos célebres, pero la Historia tampoco es una simple excusa para narrar una historia de amor o de misterio. La documentación es cuidadosa y acompaña a los protagonistas pero sin entorpecer lo más importante: la trama.

Estamos ante una aventura de buscadores sin mapa, de inconformistas que renuncian a poner excusas hasta que llega un momento en que abandonan el camino previsto, el que se espera que sigan. En vez de aceptar lo cotidiano, toman decisiones que a veces les llevan a lugares y situaciones difíciles. Les podemos acompañar cuando recorren los suburbios de Roma y en el Serapeum de Alejandría, asistiendo a un culto isíaco y también descargando mercancías en el puerto de Ostia, en una tertulia de matronas patricias y en un lupanar de la Subura.

Aparentemente no tienen nada en común, pero son ellos los que deciden el rumbo de sus vidas.