La historia se nos empieza a contar con el regreso de una niña, una adolescente, de un exilio. Un regreso inesperado, antes de hora, provocado por la pérdida de sus progenitores. La regresada se llama
Arcadia, como en un deseo de designar a la vez un paraíso primigenio ya desaparecido. De ella se ocupará su tía
Inés. Vuelve de Francia y viene a Barcelona. Las primeras páginas son para contarnos su infancia francesa, sus clases en el conservatorio, los salvoconductos de sus progenitores para instalarse en el país vecino y llegar a vivir sin estrecheces, las peroratas políticas de fascismo, régimen, dictadura, exiliados que constituirán su educación ética y política.
Pero tal vez la Historia, no la de los historiadores, sino la Historia con mayúscula que es la importante, la principal que nos cuenta aquí
Regàs, comienza con un encuentro fortuito de
Arcadia con un chico, de familia burguesa que apoyó a los fascistas, en las ramblas de Barcelona. A partir de ahí su historia de amor es la lucha de dos piezas por encajar en un puzzle de círculos sociales herméticos, fundamentalistas, en los que ni el propio chico,
Javier, ni mucho menos ella,
Arcadia, se sienten identificados.
Y
Arcadia va sintiendo que no puede más, que está abandonando su vida, sus raíces, sus convicciones por un matrimonio con
Javier que cada vez le proporciona menos satisfacciones. Y en un intento de retomar el cultivo de sí misma sustituye sus clases del conservatorio por otro tipo de clases. Entonces surge el amor con otro hombre, con el gusto a aventura y a autenticidad que ya no tenía su matrimonio con
Javier.
Pero el padre de
Javier le sigue los pasos a través de su despacho de abogados. Javier, de algún modo, también es otro exiliado: de su clase social, al decidir vivir en un barrio más normal que el de clase alta donde quería su familia; de su padre, al decidir trabajar en su propio despacho de abogados rechazando formar parte del prestigioso despacho de su padre; de su historia política, al no ser defensor de las ideas ni de las actuaciones de su familia en el alzamiento fascista. El padre de Javier, decíamos, le sigue los pasos a
Arcadia y obtiene fotografías de su relación con ese otro hombre. Entonces tiene el arma para separarla para siempre de su hijo y de su familia. La fuerza a desaparecer, a volver a Francia, incluso le proporciona medios económicos durante un tiempo.
Pasa el tiempo y entretanto en el Estado español ya hay
democracia después de una
Transición vendida como modélica. Javier vuelve a encontrar a Arcadia en un concierto en Barcelona. Pasean por una ciudad ahora ya muy cambiada que ya sólo es una geografía de ausencias. Y sube a la casa de Javier, la que había sido también de ella, de los dos, hace ya muchos años, y que también está muy cambiada, reformada. No hay reproches ni preguntas demasiado directas. Empiezan por discutir sobre la Transición, la historia, hasta que por fin consiguen hablar de la
Historia con mayúsculas, la de ellos dos. Javier conoce por fin toda la verdad sobre la repentina huida de Arcadia en la que ya intuía que algo tuvo que ver su padre. Y entonces asistimos por fin al reencuentro de los dos, al regreso de sus particulares exilios, en un sofá que es de lo poco que ha sobrevivido a tantos cambios en esa casa.
Regàs aborda esta historia en dos grandes partes, cada una para un tiempo: una primera para la
posguerra, y otra segunda para la '
postransición'. Lo que al principio parecía que iba a ser la crónica de una vida en la voz propia de la protagonista del libro,
Arcadia, se convierte finalmente y con mucha fortuna y acierto en una narración muy coral, con amplios episodios en los que toma protagonismo un personaje diferente:
Javier,
tía Inés, la familia de Javier, el amante de Arcadia, etc. Hay escenas a las que no asistimos sino sólo a través del parlamento y de las reflexiones, del punto de vista, de algún personaje, dándonos la sensación de que nos perdemos detalles y realismo, pero convenciéndonos
Regàs finalmente de que ganamos en perspectiva y en matices. Como un queso gruyer, la narración presenta múltiples huecos que nuestras sensaciones y nuestra intuición tras la experiencia lectora deben cubrir. Uno de estos huecos más curiosos y enigmáticos es el provocado por la decisión de
Regàs de no desvelarnos cuál es el nuevo nombre que
Arcadia ha adoptado oficialmente en su nueva vida en Francia. Tal vez se lo diga a Javier cuando despierte en ese sofá, ya muy avanzado el día, pues estaba amaneciendo cuando Javier la abrigó con una manta y la recostó lleno de esperanza.