"Cuando no podemos levantar la mano contra el destino, porque precisamente es nuestro destino, sólamente queda una cosa: levantar la mano contra nosotros mismos". Zweig levantó la mano contra sí mismo, se mató antes de concluir este estupendo libro. No se sentía ya dueño de su vida y de repente algo le reveló que al menos podía ser dueño de su muerte. Ese algo fue Montaigne y su ejemplo permanente de independencia e integridad ante el caos y la degradación circundante.
Curiosamente sus últimos días los dedicó al autor de los "Ensayos". No escribió una biografía al uso, ni tampoco un estudio crítico y erudito de Montaigne, simplemente dejó un testimonio apasionado de admiración por la figura y la obra del "gentilhomme de la chambre".
Montaigne se buscó en todo y lo buscó todo en sí mismo, consciente de que "el hombre de entendimiento nada ha perdido si se tiene a sí mismo". Modelarse a uno mismo y construir el propio mundo para ser cada vez más libre fueron los principios vitales que siguió Montaigne y que trató de seguir Zweig. Al final, ya cansado, Stefan eligió la muerte más hermosa, la voluntaria.
Yo creo que el escritor austríaco, al vivir su propia vida y no una simple vida y decidir su propia muerte rindió con ello homenaje a su maestro.