"Si no puedo inspirar amor, voy a causar miedo"
Frankenstein– Mary Shelley
Todos, sin excepción, somos despectivos con aquello que no entendemos. El desprecio es un arma muy poderosa que nos protege de nuestra propia incapacidad de comprender.
Un
monstruo es, por definición, un ser que presenta desviaciones respecto a su especie y, gracias a nuestras mentes cerradas, un ser maligno.
Asimilamos la diferencia como un problema.
Imaginemos, por un momento, tal y como han hecho
David Muñoz y
André G. Leiva, que
Frankenstein hubiera llegado hasta nuestros días y hubiera intentado integrarse entre nosotros. Si ya en los años que corren, por muy tolerantes que nos creamos, lo hubiera tenido difícil, imaginad en los años 60.
En un barrio al sur de Madrid, el monstruo intenta pasar desapercibido y llevar una vida tranquila. Fantasea con la posibilidad de encontrar una compañera con la que compartir todo el amor que tiene para dar y del que ha sido privado por su condición de diferente.
A lo largo del tebeo se nos muestra, a base de flashbacks, como cualquier acercamiento que ha intentado, en cualquier época, ha sido frustrado por culpa de las malas intenciones de todos los que se han cruzado en su camino y, en esta ocasión, el desenlace no va a ser muy distinto.
¿Es una bestia o le obligan a serlo?
“En mí hay amor como nunca antes has visto. Hay rabia en mí de la cual no podría escaparse. Si no estoy satisfecho con una, me complazco con la otra" (Frankenstein – Mary Shelley)
Los autores de
Monstruo (
Astiberri, 2024) le dan una vuelta al personaje y reinterpretan su actitud poniendo el foco en el contexto. “Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”. Lo he intentado, pero no he tenido opción.
El dibujo de
Andrés G. Leiva es duro y descarnado, con trazos irregulares hechos con palillo y tinta china. La rotundidad de la imagen es desgarradora, como el texto, no solo por lo que cuenta sino porque es una llamada de atención. Las posibilidades de que la historia se materialice son más que reales.
No me refiero, obviamente, a que
El moderno Prometeo se mueva alegremente entre nosotros, sino a que, a cualquier ser diferente, radique donde radique la diferencia, le va a resultar casi imposible desenvolverse en una sociedad que finge ser, más que es, liberal y desenfadada.
El blanco y negro preside la mayoría de la historia, y la utilización del color, solo en momentos puntuales, es una pulsión emocional que nos acompaña a través de los sentimientos del engendro, sus recuerdos y sus anhelos.
La pregunta que queda en el aire después de leer este libro es: ¿Quién es el
monstruo?. No estoy justificando la violencia, ni los ataques de ira, ni la autoridad que te da una fuerza desmedida para tomarte la justicia por tu mano. Solamente pongo sobre la mesa la pregunta ¿Y si...?
¿Si fuéramos tolerantes?
¿Si viviéramos y dejáramos vivir?
Nuestro mundo está lleno de monstruos. Sabemos que Frankenstein fue la creación de un hombre enfermo, pero ¿el resto? ¿De quién son obra?
Quizá estemos todos enfermos.
No podemos evitar que exista el mal, igual que existe el bien, pero la maldad es una opción.