"Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenencia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera".
Arcipreste de Hita, "Libro de buen amor".
Afirma
Octavio Paz que el fuego original y primordial de la sexualidad levanta la llama roja del erotismo y éste, a su vez, sostiene y alza otra llama azul y trémula: la del amor. Sobre la base del instinto sexual se construye el edificio cultural del erotismo, fenómeno exclusivamente humano desarrollado y potenciado por la imaginación y la voluntad del hombre. A
José María Álvarez no parece haberle interesado poéticamente el amor, la llama azul, (confiesa no haber escrito muchos "poemas de amor") pero sí ha escrito mucho y muy bien sobre el deseo, la llama roja (confiesa haber transitado siempre por "los radiantes infiernos y paraísos del deseo"). "
La mirada de la esfinge", esta antología publicada por
Olé Libros y seleccionada por
Noelia Illán, es una buena muestra de ello. No le interesa al
novísimo "el amor calmo y sereno", sino "el estallido salvaje y fascinante del deseo, la intensidad brutal, magnífica, la pasión de la carne en su estado más puro".
El
deseo -"morfina de la desesperación"- nos arranca de la muerte, intensifica nuestra carne, la cual vibra con las ceremonias eróticas del placer. Ni siquiera "la lija de la vida" puede con el ansia de otro cuerpo, con la avidez carnal. El deseo actúa como motor de la fantasía y el delirio, transformando la genitalidad, pervirtiéndola, volviéndola incandescente, subversiva, incontrolable y profundamente humana. Cuaresmal y carnavalesca, penitencial y orgiástica, la sexualidad bascula sometida a diferentes leyes humanas, que tensan los cuerpos entre la abstinencia y el libertinaje, entre el voto de castidad y las parafilias más refinadas.
Los
poemas de Álvarez excitan. Nos remiten a "cuando éramos libres y el placer una corona de alegría". Los poemas de Álvarez hablan de la "carne en estado de gracia", del "vuelo del éxtasis", de los "accouplements sans amour" con mujeres lujosas y magníficas. Los poemas de Álvarez hablan de la imposibilidad de la paz sin los placeres del cuerpo, de que "todo pasa menos la belleza". Los poemas de Álvarez transmiten "melancolía libidinosa" y enseñan que el placer perfecto se da cuando consigues trenzar experiencia más imaginación. Los poemas de Álvarez son un sí rotundo, genuino y opulento a la vida. La carne, por fin satisfecha y pacífica, se alinea con el mundo y mira con él.
Como
Casanova, nosotros tampoco olvidamos a
Henriette. Seguimos sintiéndonos "hermosos y lascivos" y esperando siempre a aquel antiguo lujo de la pasión carnal. "Al fin y al cabo, ¿qué nos queda?... Algunos libros, algún cuadro,
Mozart... y este delirio de la sexualidad". Recuperando la imagen que inicia este poemario, ojalá que alguna hermosa mujer deposite sus bragas en nuestra tumba.