"Me cuesta escribir sobre mi propia vida utilizando la primera persona, pero hay cosas que sólo llego a comprender a través de la escritura". Escribir para comprender y comprenderse. Escribir sabiendo que eso nos pone en peligro, escribir conscientes de que las palabras no bastan y, aun así, es lo único que tenemos. Escribir para romper los votos de silencio familiares que impiden a las palabras metabolizar el dolor, porque cuando no hay palabras hay silencio y el silencio que no se combate con palabras se combate con "un silencio más violento" y así se llega a una espiral de incomunicación y desconfianza que aísla y empobrece.
La autora y protagonista de esta novela rememora su infancia y juventud en una familia "salvaje" y "comprometida con la verdad y la rabia". Una familia presidida por una constitución no escrita que prohibía el drama y toda expresión de dolor, emoción, ternura y empatía; por un padre silencioso y alcohólico y por una madre escéptica, especialista en mensajes directos, simples y repetitivos, como si fuera "un órgano de propaganda".
"¿Qué ha sido de mi padre hasta que dejó de beber?", se pregunta la autora y protagonista y ella misma responde: una cantera de desconfianza, un silencio impuesto, una ausencia, mentiras, mentiras, mentiras, y sobre todo una fuente de vergüenza. La vergüenza ha vertebrado la relación hija-padre alcohólico, ha sido el sentimiento predominante, una vergüenza que ha persistido en el tiempo, "impura, tentadora, lasciva, oscura". Una emoción asociada a la "mirada ajena" cuyo símbolo es "la mancha", una emoción que la autora ha tenido que superar para hablar de su padre y que ha acabado convirtiendo en un "instrumento de conocimiento" que le ha permitido averiguar que la vergüenza no impide el amor. ("¿Cómo es posible querer tanto a un borracho? ¿Puedes averzonzarte de alguien a quien no quieres?"). Es difícil querer a un borracho, expresar en público su amor por él. Quizás se le quiere con recelo y aprensión, quizás el alcoholismo es una enfermedad familiar que enrarece la forma de quererse.
Formalmente "Materiales de construcción" es un diario fechado agrupado en cuatro grandes capítulos y que se extiende a lo largo de dos años. El diario, al mismo tiempo que narra los dos últimos años de vida del padre, va activando los recuerdos y reflexiones de la autora que, actuando como notario y testigo, convierte este texto memorialístico en una verdadera carta de amor al padre.