A un miembro del GRAPO le ha tocado la Primitiva. No puede cobrar, porque no tiene DNI. Sobre tan improbable argumento monta Santiago Lorenzo una novela brillante y retorcida, un retrato despiadado del género humano y sus miserias, cargada de ironía y mala leche, pero también de piedad y comprensión.
El autor nos presenta a su protagonista como el último eslabón de una cadena de mando enloquecida, y, al describirnos su vida, minuciosa y mísera, y el cúmulo de despropósitos e infortunios que lo llevan a ser portador de un boleto millonario que nunca podrá convertir en dinero contante y sonante, lo despoja de gravedad y lo carga de humanidad. Francisco es un terrorista, pero sus vicisitudes son tan pueriles, su soledad tan precaria y sus aspiraciones tan de corto alcance, que no deja de resultar entrañable.
Santiago Lorenzo alcanzó el éxito como escritor con “Los asquerosos” (Blackie Books, 2018), una novela que era a la vez un ejercicio de estilo y un rabioso alegato anti social, panteísta y rural. Antes había sido guionista, productor y director de cine. “Los millones” supuso su primer contacto con la literatura, un mundo al que llegó, según sus propias palabras, “huyendo del podrido negocio del séptimo arte”. Y ya desde esta primera obra se denota una voluntad de estilo, un gusto por retorcer el lenguaje que va más allá de su afición por los modismos y los vocablos con aroma añejo, diría que es la búsqueda de una sonoridad: sus libros poseen una cadencia propia, icónica e inconfundible. Y también un indisimulado amor por los personajes estrafalarios, el humor subversivo y la tragicomedia más castiza.
En el Madrid de los años ochenta, Francisco sobrevive en la clandestinidad, cosiendo etiquetas sobre camisetas de imitación y esperando órdenes para actuar. Todo le sale mal, hasta que se cruza en su camino una periodista de nombre Primitiva. Valga la redundancia, pues en el colmo de su paroxismo, al desventurado terrorista sin vocación no se le ocurre otra cosa que enamorarse de la homónima de ese juego de azar que constituye su desdicha. Y es que Santiago Lorenzo convierte lo inverosímil en verosímil, y lo hace con tal destreza narrativa que sus personajes acaban por parecernos cercanos, por muy disparatadas que sean sus circunstancias. Asistimos así a una historia de amor entre dos perdedores, ambos desgraciados a su propia manera, y deseamos que perdure ese instante de felicidad que se construyen, aun cuando desde la primera página intuimos que eso no va a suceder. Pero quién sabe.
“Los millones” resulta en todo momento una lectura amena, trufada de carcajadas y tristezas, un relato que navega entre la literatura del absurdo y el realismo sucio con apabullante naturalidad. Y es, sobre todo, una historia que funciona en varios niveles, de una apariencia banal pero incisiva y mordaz en los detalles, la odisea de un personaje cuyas vergüenzas no se alejan tanto de las de cualquiera de nosotros.