¿Es verdad que viene un alumno nuevo, Hermano? Si, ahora a callar. Los chicos del Tercero A del colegio religioso Champagnat acogieron con interés al recién llegado. ¿Cómo te llamas? Cuéllar. Ellos Choto, Chingolo, Mañuco y Lalo. Niños bien los cinco, del barrio de Miraflores, donde se juega al tenis, se practica futbito, se corren las olas y las cosas no cuestan esfuerzo siempre que te las puedas costear.
Creció su tamaño y con él la afición por jugar al fútbol. Cuéllar era estudioso, presentaba interés en las clases y prestaba atención. Un ejemplo para el resto. ¿Veis como se puede ser buen deportista y aplicado en los estudios? Los Hermanos le ponían como modelo. Si sigue así, haremos de él un hombre de provecho.
Los otros cuatro le apreciaban, se había hecho un lugar en el grupo y jugaba bien al fútbol. ¿Cómo lo has hecho?, le decía Lalo, y él: entrenando y viendo a los cracks en el Estadio. Después de cada partido los chicos entraban al vestuario, pero ese día sólo Lalo y Cuéllar se estaban duchando. Al colarse por la puerta Judas, el perro danés del Colegio, los demás lograron escapar. Todos menos Cuéllar, todo gritos, dolor y sangre. ¿Qué te pasó? Esa bestia de Judas se me echó encima. ¿Te mordió? Con todas sus fuerzas. ¿Ya te has recuperado? Estoy mejor. Choto, Chingolo, Mañuco y Lalo se apiadaban de su amigo, al que el danés había dejado castrado. No mucho tiempo después comenzaron a llamarle Pichulita en el Colegio. También sus amigos, Pichulita, se nos escapa, no lo hacemos con mala intención.
Llegó el tiempo de fumar, beber whisky y bailar con chicas. Pichulita, ¿por qué no le caes a alguna hembrita? Todos tenemos enamorada: Lalo le cayó a Chabuca y le dijo que sí, Choto a Fina, Mañuco a Pusy y Chingolo a la China. ¿No te gustan las mujeres? Sí le gustaban. Entonces, ¿cuál es el problema? Yo no quiero tener enamorada, prefiero la libertad. Pichulita no era sincero, todos estaban de acuerdo en que no decía la verdad.
Comenzó a llamar la atención. Conducía a toda velocidad, corría las olas más grandes y andaba con malas compañías. Es un temerario, Cuéllar. Se ha separado del grupo, nunca viene con nosotros. Ya no tiene edad de andar con mocosos, ni de pasarse las noches bebiendo en garitos y haciendo locuras. Si no cambia tendrá mal final, decían sus amigos, los que antes eran cachorros y que pronto se convertirán en hombres hechos y derechos, los que seguirán recorriendo el cómodo camino que les fue marcado sin mirar hacia los lados ni plantearse cualquier otra posibilidad, envejeciendo en su burbuja de bienestar y criando en el exclusivo barrio de Miraflores a sus propios cachorros -la nueva generación que tomará el relevo- en las mismas leyes no escritas e idénticas doctrinas.
Curiosidades: - El germen de "Los cachorros" se originó en base a una noticia que fue publicada en un periódico acerca de la mordedura de un perro en el miembro genital de un joven, hecho que provocó la castración del mismo. La lectura de dicha noticia sirvió a Mario Vargas Llosa de punto de partida a partir del cual construir esta novela.
- La obra de Mario Vargas Llosa presenta múltiples conexiones entre sí (personajes compartidos que aparecen en distintas novelas, lugares comunes, etc.), formando el conjunto un universo propio. En "Los cachorros" también se da esta circunstancia y personajes como el de Teresita o locales de Miraflores como el Terrazas se encuentran en otras obras suyas. En el caso del relato que nos ocupa, incluso el título es tomado de una frase pronunciada por el teniente Gamboa en "La ciudad y los perros" que, haciendo referencia a los chicos que comienzan su periodo formativo, dice así: "...los cachorros que todavía ignoran la vida militar, el respeto al superior y la camaradería".
- Mención especial merece la técnica usada en la narración. El relato está contado (casi cantado) por una "voz plural" (en palabras del propio autor) que sin previo aviso va pasando de un personaje a otro, de una realidad objetiva a otra subjetiva, del pasado al presente y al futuro, o viceversa. El objetivo, según asegura Vargas Llosa, era tratar que esta voz fuera "contaminando" al lector de la historia de Cuéllar, empapándolo de ella en lugar de simplemente contársela.