"He sido y soy miembro fiel de la Iglesia. Creo en Dios y en su Cristo, pero no creo en la Iglesia. Rechazo toda equiparación de la Iglesia con Dios, todo infatuado triunfalismo y todo egoísta confesionalismo; permanezco abierto a la entera comunidad cristiana de fe y a todas las iglesias".
Se puede decir más alto pero no más claro. Küng va por libre, es el máximo representante de la "teología no cautiva". No se deja instrumentalizar por los intereses de ninguna institución, ya sea esta religiosa, política o económica. No se siente seducido por ninguna utopía, ni de signo revolucionario-socialista ni de signo evolucionista-tecnológico de inspiración capitalista. Para él todas las ideologías funcionan como pseudo-religiones que se alimentan de sus prosélitos.
Rechaza la "teología política" porque según él ésta siempre ha sido una ideología politizadora y es partidario de una "teología crítico-social" fundamentada en la realidad y no en la ideología de moda. Una teología que intenta revalorizar la ética humanitarista y diseñar marcos éticos que presidan tanto las relaciones políticas internacionales (Proyecto de Ética Mundial) como las relaciones comerciales, mercantiles y financieras, dando lugar a una "economía eco-social global de mercado" regulada por una ética global.
"Lo que yo creo" no es un tratado teológico, sino casi un texto pastoral en el que Hans Küng pretende, con una "teología útil" ofrecer a las personas no un saber informativo sino un saber orientativo, que les sirva de ayuda para la vida. Intenta balizar un "camino de vida, fundado en la confianza en la vida y guiado por una visión de la vida".
Hans Küng nos da en "Lo que yo creo" una serie de claves para un auténtico "ars vivendi" y que podríamos resumir en lo que sigue:
- Confianza existencial radical de carácter maduro y responsable, exenta de credulidad y optimismo fácil.
- Firmes criterios orientativos sometidos a críticas y reposicionamientos constantes.
- Alegría entendida no como euforia sino como estado de ánimo base que resista los ataques de la infelicidad, el nihilismo o el abatimiento.
- Indicadores éticos a lo largo del camino, provengan estos de la religión o no, y que consistan en unos consensos mínimos en lo concerniente a valores, normas y actitudes. En todo caso, se trataría siempre de una ética afirmadora de la vida.
- Que nuestro camino tenga un sentido último y nuestra vida una coherencia intelectual. Según dice Küng, debemos transformar "nuestra forma de mirar la vida posibilitando nuevas e insospechadas experiencias de sentido".
- Y todo ello desde una espiritualidad racional e ilustrada que no sólo quiera creer sino comprender el gran misterio de Dios, ese Dios entendido como sentido último y fundamento que sostiene todo.
En definitiva, conectarse a lo que en el Concilio Vaticano II (en el que participó Küng junto con Joseph Ratzinger y Karl Rahner) se llamó "fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de una vida humana".