"Mira cómo aquel que se cree ser uno no es uno, sino que parece tener tantas personalidades como estados de ánimo".
(Orígenes, "In Libros Regnorum Omiliae")
Álvaro de Campos, heterónimo pesoano, cuya poesía tumultuosa a lo Walt Whitman desnuda como nadie hizo a Pessoa, afirmaba que "propiamente hablando,
Fernando Pessoa no existe". Tampoco existe el "Libro del desasosiego", al menos no como composición literaria de carácter unitario. Existen más de 500 fragmentos de diferente extensión y en diversos grados de elaboración que van desde el simple apunte o boceto al texto acabado ya e incluso publicado con anterioridad. No hay una clara intención programática que aúne estos textos. Respecto a ellos,
Pessoa sólo dejó ciertas indicaciones poco exhaustivas y a veces contradictorias, en lo referente a su ensamblaje como libro homogéneo. Han sido los diferentes traductores de esta obra los que han organizado los materiales existentes en función de criterios cronológicos -existen fragmentos fechados- temáticos -"manchas temáticas"- o formales. Siendo las traducciones más acertadas las que combinan los criterios anteriores, de forma que los fragmentos datados crearían una estructura temporal en la que se irían insertando los diferentes núcleos temáticos. En cualquier caso, el carácter inacabado o abierto de la obra permite al lector diseñar su propio itinerario de lectura. Su aparente forma caótica invita a perderse y a vagabundear entre sus páginas en busca de la experiencia literaria perfecta. Cuando abrimos el "
Libro del desasosiego" lo que nos encontramos "no es un libro -como asegura Richar Zenith- sino su negación y subversión, el libro en potencia, el libro en plena ruina, el libro sueño, el libro desesperación, el anti-libro, más allá de toda literatura. Lo que tenemos en estas páginas es el genio de Pessoa en su momento cumbre.
Pese a que el gran poeta portugués atribuyó esta obra a uno de sus
heterónimos -
Bernardo Soares- como reza en la primera portada mecanografiada de este libro: "Do livro do desasocego / composto por Bernardo Soares / ajudante de guarda-livros na cidade de Lisboa / por Fernando Pessoa", Ángel Crespo está convencido de que estamos ante un diario íntimo del propio Pessoa, una obra ortónima en la que Bernardo Soares sería un "semiheterónimo" o una personalidad literaria no muy diferente de la de Pessoa, en realidad "una simple mutilación de ella". De hecho, el estudioso español de la obra pesoana maneja pruebas suficientes de la existencia de numerosas coincidencias biográficas, estilísticas y temáticas entre el
Pessoa ortónimo y el
Soares heterónimo. Según él, este último funcionaría como una "máscara transparente de Pessoa que éste se quita en numerosas ocasiones". Queda claro pues que a través de este diario Pessoa interpone a Soares, pero se muestra a sí mismo en las intermitencias de un texto que refleja a su vez el carácter fragmentario y plural de su compleja personalidad.
Aclarado el tema de que nos encontramos ante un diario íntimo y que como tal tiene un valor confesional y autobiográfico, cabe decir que el "
Libro del desasosiego" es posiblemente el texto que mejor nos muestra al genio lisboeta, aunque como él mismo dice en una entrada del diario, "no sin verdades, pero con mentiras". Un texto realmente desasosegante en el que
Pessoa mantiene esa constante dialéctica entre el yo y el otro que caracteriza toda su obra y que le permite mostrarse y ocultarse al mismo tiempo. Una dialéctica que obedece -según Ángel Crespo- no sólo a la aceptación de ser muchos, sino también al deseo de ser otro. A través de este texto
Pessoa conversa consigo mismo para responder a las preguntas ¿quién es yo? y ¿cuántos soy? y también para "otrarse" (neologismo pesoano) por medio de la prosa, atacando así la coherencia del yo, constructo psicológico que pretende ahormar la inconsistencia y voluble personalidad humana.
¿Dónde está Dios aunque no exista? ¿Quién soy yo cuando no juego? ¿Hay que abdicar de la vida para no abdicar de sí mismo? ¿Poseer es ser poseído y por lo tanto perderse? ¿No estamos destinados para la realidad, pero ésta se empeña en venir a vernos? ¿Sentir es desasosegante, pensar desconsolador y querer es inútil? ¿Gracias al recuerdo regresamos a la única verdad, que es la literatura? ¿Más vale pensar que vivir? ¿El artificio y el absurdo es el signo de lo humano? ¿Viviendo mentalmente de lo que no existe ni puede existir acabamos por no poder pensar en lo que puede existir? ¿Todo lo que no es nuestra alma no es más que escenario y decoración? ¿Se puede volver a la infancia de antes del análisis y la voluntad? ¿La búsqueda de la verdad trae siempre consigo el conocimiento último de su inexistencia? ¿Prestamos suficiente atención al hecho de que los demás también son almas? ¿Nuestro tamaño exacto es el de aquello que somos capaces de ver? ¿El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez del ser? Estas y otras muchas cuestiones tapizan la senda del
desasosiego que
Pessoa transitó durante toda su vida bajo el signo de un malestar intelectual y emocional derivado de una realidad social y personal insatisfactoria. Su objetivo vital fue conseguir una "espiritualidad de materia, sin criterio, sin sensibilidad, sin dónde poner sentimientos, ni pensamientos, ni desasosiegos de espíritu". Al final de su vida parece que lo consiguió, conquistó el sosiego, y lo hizo mediante la observación, la transformación imaginativa y la abolición de la realidad. Le ayudaron en ello ciertas prácticas esotéricas y un espíritu pagano, mezcla de estoicismo y epicureísmo, filosofía que destila su último poemario atribuido al
heterónimo Ricardo Reis, en el que Pessoa confesó haber puesto toda su disciplina mental vestida con la música que le era propia.