"Con el corazón partido, Natalia Alzira había decidido abandonar este mundo sin despedirse de su hija. Quería que la recordase vital y alegre, tal como era cuando la visitaba en el convento. Tal vez no había sido la mejor madre del mundo, pero se había negado rotundamente a que Lina fuera dada en adopción. Para evitarlo, les había pedido que a su muerte enviaran a la pequeña a Llonera, donde vivía su única hermana, Carmina".
La frágil
Lina era todavía una niña cuando perdió a su madre. Aunque vivía interna en aquel convento desde que tenía tres años a cargo de la hermana Dolores, siete años después la noticia de la muerte de su madre la hería como si nunca se hubiese despegado de su lado. Ahora debe cumplirse la voluntad de su madre y entregar a la pequeña a su tía
Carmina, que ni siquiera sabía de su existencia.
Con el hatillo más vacío que lleno, el corazón hambriento de amor y el alma empapada de pena partió Lina hacia la casa de su tía en
Llonera, acompañada por la lavandera del convento. La intención de la mujer era convecer a Carmina para que se hiciera cargo de su sobrina y el deseo profundo de la pequeña era sentirse querida y aceptada por ella, encontrar en su tía a una segunda madre que colmara las carencias que la auténtica no había sabido cubrir. Pero, tras derribar todos los muros construidos por
Carmina que le impedían adoptar a la niña, queda un último obstáculo: nadie en el pueblo debe saber que es sobrina suya.
De este modo tan poco ortodoxo comienza Lina su vida junto a su tía Carmina en
Llonera, un pueblo de las tierras del Ebro poblado en su mayor parte por labradores donde "todo cambiaba tan lentamente que en ocasiones el tiempo parecía detenido". Allí la joven siente que no pertenece del todo a este lugar y que, de un modo u otro, siempre será una protegida.
A pesar de esa eterna sensación de desarraigo,
Lina echa raíces en Llonera. Su matrimonio con
Lorenzo, un joven del pueblo que dirige una sastrería, y los dos hijos de la pareja le aportaron una nueva familia a la que pertenecía de pleno derecho. Pero el país atraviesa momentos difíciles y tiempos peores están todavía por llegar. Cuando Lina pisó por primera vez este lugar corrían los años 20 y España sufría la dictadura de Primo de Rivera; mientras, en Llonera, se disputaba una batalla larga y silenciosa entre
destripaterrones (labradores) y
mangantes (terratenientes). La mayor parte de la gente vivía del campo y las familias emparentaban entre sí, aumentando su patrimonio mediante matrimonios pactados entre herederos, sin sobrepasar nunca la barrera entre las dos clases sociales. Más adelante llegará la guerra civil española, una lucha fraticida en la que no faltaron las traiciones, venganzas y acusaciones falsas, que daban lugar a tremendas injusticias imposibles de reparar.
Nuestra heroína tendrá que reponerse a los momentos en que la vida estalla en mil pedazos, sobrellevar el dolor de la muerte de seres queridos y superar lentamente un pasado que cicatriza demasiado despacio, mientras sueña para su hija con "la vida de felicidad que a ella le había sido negada".
Veva, la hija a la que tanto ama, se siente lejos de ella porque Lina sigue sin saber bien cómo demostrarle su amor. Y es que, aunque Veva todavía no se haya dado cuenta, "hay personas que sólo saben querer desde el silencio".
Madre e hija poseen caracteres opuestos y pertenecen a generaciones distintas pero, cada una a su modo, son mujeres luchadoras que salen adelante superando las dificultades y los prejuicios de la época que les tocó en suerte vivir.
Veva es una mujer resuelta, dispuesta a trazar su propio destino;
Lina siempre se ha dejado llevar, pero no deja de ser una sufridora de apariencia frágil con una probada resistencia interior. Ambas representan dos generaciones de mujeres españolas que, durante su juventud, han vivido momentos históricos y sociales muy distintos. Por último llegará
Violeta, hija de Veva y nieta de Lina, nacida en 1964 en plena dictadura franquista, que vivirá la democracia y la apertura al mundo de un país con ansias de libertad y vientos nuevos. Las tres protagonistas de "
El latido del tiempo" (abuela, hija y nieta) mostrarán al lector los usos, las costumbres y los pequeños y grandes cambios de la España del siglo XX.