«El hogar es el último refugio, pero también el primer infierno». (De la nota del editor).
"
Jaulas de hormigón" es una recopilación de diez relatos de la bibliotecaria y escritora madrileña
Mayte Blasco. En ellos nos trae las historias de diez personas que pasan todo su tiempo o la mayor parte de él sin salir de casa. En la sinopsis podemos leer las situaciones de algunos de los protagonistas: «Una mujer vigila los movimientos de su hijo adolescente, expulsado del instituto por su conducta delictiva. Un hombre paralizado por una enfermedad fantasea con la muerte. Una anciana con demencia espera la visita de su hijo, un político preocupado por su carrera y por la repercusión de su imagen en los medios de comunicación. Una mujer adicta al sexo trata de citarse con hombres saltándose las normas de distanciamiento social fijadas por el Gobierno en mitad de una pandemia…».
Como vemos, los argumentos son de lo más variopinto y muy diferentes unos de otros; no obstante, se pueden apreciar similitudes narrativas y en la esencia de todos ellos. Para empezar, el encierro de estas personas en sus casas no es físico; es decir, no hay un candando en sus puertas que les impida salir a la calle. No, es algo más profundo: un
encierro mental. Algo que no se soluciona con una cizalla. Enfermedades físicas y mentales, instintos, sentimientos al límite, miedos y necesidades primitivas toman el control de la mente y paralizan el cuerpo. Son situaciones cotidianas, de esas que le pueden pasar a cualquiera, ambientadas en escenarios de lo más familiar. Y este es otro de los factores en común: la ambientación. Se siente, se escucha; los sonidos son tan protagonistas como los de carne y hueso. Como esas escenas de películas, sin banda sonora, en las que parece que el tiempo se detiene o pasa a una dimensión paralela donde se amplifican las respiraciones, los suspiros, los pasos, el tintineo de una taza, el ploc ploc de una gotera, el ascensor arriba y abajo, una llamada de teléfono… Mayte ha sabido salpicar esos detalles en los que no reparamos, pero que son parte de la atmósfera de nuestra cotidianeidad.
La prosa de la autora es simple y directa; sin adjetivos de más pero descriptiva. No se recrea pero remueve vísceras y conciencias, y es que deja ver lo crudo de los instintos más profundos, de las relaciones personales, familiares y sociales. Aunque lo disfraza en narraciones ficticias, es imposible no ver la realidad en todas ellas.
Incluso ahora, tiempo después de haber terminado la lectura, me llama la atención la cubierta de este libro. Es atrayente y tiene la esencia de los relatos: esa oscuridad interior, mientras afuera la vida sigue con su ajetreo y su luminosidad que causa cierto vértigo. Se presenta sobria y certera, como las palabras a las que pone cara. Lo cierto es que la edición en general se aprecia bien cuidada; me ha alegrado comprobar que
Niña Loba es una
editorial que, al igual que
Mayte Blasco, cuida los detalles.