En el año 2000 Anagrama publicó una traducción del libro "Interventions" de Michel Houellebecq, con el título de "El mundo como supermercado", que recogía una serie de textos breves del autor (artículos, entrevistas, prólogos, ensayos...) Once años después la misma editorial ha traducido "Interventions 2" (con el título de "Intervenciones") en el que se amplía la selección de estos textos. Aunque esta nueva edición incluye el prólogo y ocho textos de "El mundo como supermercado".
Como dice en el prólogo el mismo autor "lo más evidente que tienen en común los textos reunidos aquí es que me pidieron que los escribiera". Pero en realidad tienen más cosas en común. Todos estos escritos junto con sus novelas forman un único libro, fragmentado pero único. Un libro de "literatura negativa" presidido por una idea fundamental: la ironía, la negatividad y el cinismo son una manera de meter el dedo en la llaga, de molestar, de desequilibrar, de escarbar en la basura.
Ya que hoy por hoy es imposible elaborar un discurso que sea a la vez honesto y positivo habrá que usar la literatura no para descubrir un tipo de verdad sino para descabalgar a la gente de las suyas.
Este uso de la literatura convierte automáticamente al escritor en antipático, en antisocial, en "enfant terrible". Houellebecq inquieta a sus lectores. Los bienpensantes que se acercan a sus obras siempre esperan encontrar al final un mensaje tranquilizador, algún tipo de bálsamo; pero no, al final se dan de bruces con sus propias miserias y las de su época, reflejadas en los libros de este autor. Después de leer a Houellebecq es imposible pensar ¡Bah, sólo se trata de literatura!
En "Intervenciones" Houellebecq sorprende por su lucidez y precisión en el análisis social ("no sólo vivimos en una economía de mercado sino, de forma más general, en una sociedad de mercado", "no pienso que Occidente tenga de verdad ganas de vivir"), por su profundo conocimiento del hombre actual en el que diagnostica una "depresión del querer", "una nostalgia de ser" y un sometimiento al super-yo duro y terrorífico de la publicidad.
Sorprende también por su familiaridad con las teorías científicas, sobre todo con la mecánica cuántica, en base a la cual teoriza de forma interesantísima acerca de la poesía y su función. Nos desconcierta con sus conclusiones éticas ("la única superioridad que reconozco es la bondad"), sus reflexiones sobre urbanismo ("toda la arquitectura contemporánea debe ser considerada un enorme dispositivo de aceleración y racionalización de los desplazamientos humanos") o sus meditaciones al respecto de las teorías metafísicas de Auguste Compte.
Houellebecq no decepciona ni cuando encuentras lo que supuestamente no debería estar ahí ni cuando no ves por ninguna parte lo que sin duda esperabas encontrar. En un mundo de pensadores cautivos y tibios en el que hay una especie de "invitación" ambiental a la autocensura camuflada como tolerancia y respeto, voces como la de Houellebecq, potentes, descalabradoras y ligeramente insultantes son necesarias y hasta terapéuticas.