“¡Solo soy un ser humanooo!”. Camille Vannier
¿Y quién no?
Yo lo soy, lo he sido, lo seré, lo he hecho, lo hago, lo haré, me he comportado como tal y lo volveré a hacer, y ¿quién no?
Imbécil.
Imbécil. Del latín imbecillis (ya los había hace más de dos mil años y los seguirá habiendo dentro de otros dos mil, si no que le pregunten a
Carlo M. Cipolla). Su significado original -débil, pusilánime- se ha ido adaptando a los tiempos convirtiéndose en un insulto, tonto –falto o escaso de entendimiento o razón-. ¿Y quién no? En algún momento, en algún lugar, en alguna situación, en opinión de alguien, en tu propia opinión…
Camille Vannier se reconoce como tal y nos cuenta porqué, nos deja entrar en su vida, nos hace partícipes y testigos del montón de hilarantes historias que la han llevado hasta ahí, historias cortas, intensas, que van al grano, historias que divide en tres categorías: ruin, loser y borracha.
Nos habla de sus experimentos de peluquería, menús y confesiones infantiles, de sus (algo dudosas) reclamaciones, de sus mentirijillas (“¡¿Por qué le dije que lo importante era su felicidad?! Si no es verdad…”), exageraciones, exigencias, de sus tintes, su desconfianza, de sus vacaciones en casa de Brad Pitt y diversos currillos (estando a punto de morir atragantada con una galleta), de sus experiencias con el alcohol a través de maletas, vestidos de novia, abrigos, nata, fiestas y bolsos… anécdotas que me han hecho reír tanto que me cuesta no compartir alguna de ellas, sería una imbécil si contara que durante tres semanas de vacaciones, cada día, tuvo que lavar las únicas bragas que tenía…
Mónica Ojeda, escritora ecuatoriana, dice que cree “en la idea de la literatura como conjuro”,
Camille Vannier conjura su vida a través del humor gráfico para poder, como cuenta, lidiar con los problemas y vergüenzas que nos suceden, y además conjura al lector, nos pone ante un espejo en el que de una manera u otra te ves reflejado, y te ríes y, como ella, a través del humor conjuras tus males… Todos hemos sido imbéciles en algún momento, reconozcámonoslo, podemos intentar engañar a los demás pero engañarse a uno mismo seria de imbécil…
Larry David, de quien
Vannier se declara fan (¿y quién no?), dijo “Siempre es bueno tomar algo que ha sucedido en tu vida y convertirlo en algo cómico”.
Camille cuenta que cuando empezó en el mundo del cómic no tenía referentes gráficos pero sí a nivel inspirador de conceptos o ideas, artistas que usaban su vida como herramienta de trabajo, que subían a escena sus vivencias y las de los demás,
Nan Goldin (fotógrafa estadounidense) y
Sophie Calle (artista conceptual francesa) serían dos de las más influyentes.
Este
cómic, como la vida, no se encierra ni delimita por las cuatro líneas de una viñeta, no tiene fondos pero sí mucho color y pasión, con un estilo expresionista sus lápices de colores nos acercan una representación deformada de la imagen real que, paradójicamente, la vuelve más cercana, vívida, vibrante. La edición corre a cargo de
¡Caramba!, sello de
Astiberri, con una portada maravillosa.
Dice
Camille Vannier que le encanta cuando las cosas no salen según lo planeado porque piensa que es de donde salen las mejores anécdotas para sus cómics y tiras y en Imbécil lo demuestra, un conjunto de historias vergonzosas contadas sin vergüenza, alguna (literalmente) de mierda, una autobiografía dibujada que haría sonrojarse al mismísimo Larry David al tiempo que se carcajea.
Divertidísimo, sanador (reírse de uno mismo lo es y hacer reír a los demás también), como diría Larry David (pero sin ironía) “Pretty, pretty, pretty good”.