Un hipster en la España vacía

Esta historia se convierte en un sindiós al poquito de empezar a leerla. Como la vida misma cuando empiezas a vivirla.

Enrique vive en Madrid y decide irse a vivir con sus tíos a La Cañada, un pueblo de Teruel, que le va a ayudar a abrir los ojos a una realidad que desconoce —al vivir restringido a la existencia urbanita, rodeado de congéneres que, como él, se creen que tienen la clave para mejorar el mundo basándose en la, por lo general, nula experiencia que han adquirido tras acabar sus estudios universitarios—. Aunque, al terminar el libro, personalmente me quedo con la sensación de que solo ha empezado a abrirlos tras una larga temporada en La Cañada. Pero al menos los ha empezado a abrir para saber y poder tomar una decisión de vida.

Los malentendidos, las situaciones de humor que presuponemos en la mente de los habitantes turolenses en determinados momentos, las sutiles pullas a la política (y especialmente a los políticos) actual, las jotas… acompañan la narración de Gascón de principio a fin. Así es más fácil dejar caer que cada cual es de su padre y de su madre y que llega un momento en el que dos son multitud imposible de poner de acuerdo.

Un diario —el de Enrique— la narración de Gascón y los diálogos —imposibles de no imaginar con caras y entonaciones— de los personajes de la novela son la base de una historia, la de un joven que abre su corazón al lector para que lo ayudemos a avanzar en su madurez personal y social, afrontando grandes cambios personales, profesionales y tecnológicos y poder llegar al final de la historia con el orgullo de poder tomar una decisión importante de forma independiente y con resolución.