Podría. Podría ser el valiente capitán Spiff viajando a lo largo y ancho de la galaxia mientras combate a sádicos zogwargs, podría ser un temible dragón con problemas de incontinencia incendiaria, un aterrador monstruo que arrasa todo lo que encuentra a su paso, la mosca mutante resultado de un fallido experimento, Estupendo man, un alienígena, un pteranodon, un alosaurio, una jirafa, un colibrí… podría ser cualquier cosa, podría, porque lo que es en realidad es un niño de seis años y todos sabemos que esa cabecita en la que cabe cualquier cosa y todo es posible es como el bolso de Mary Poppins, pequeña por fuera pero infinita por dentro, lo sabe hasta un tigre de peluche.
Calvin y Hobbes es una tira cómica escrita y dibujada por Bill Watterson con un niño de seis años y su tigre de peluche como protagonistas. Dice Calvin que “la infancia es corta y la madurez eterna”, la suya duró mas de lo que es habitual pero mucho menos de lo que nos hubiera gustado, diez años, diez años (1985 - 1995) durante los que sus tiras se publicarían a diario en más de 2.400 periódicos de todo el mundo.
Calvin es un niño protestante que no reconoce la autoridad del "Papá" y Hobbes un ateo tigre de peluche convencido de que la naturaleza de todo lo que existe en el mundo es exclusivamente física, como animales no somos más que máquinas de carne y hueso. La tira nos regala las aventuras, reflexiones, travesuras, la VIDA (que es la suya y la de todos) de un niño intrépido, inquieto, temerario, inconformista, tiernamente cruel en algunas ocasiones, cruelmente tierno en otras (“¿Tengo que ser bueno de verdad o solo parecerlo?”) y su inseparable amigo de peluche, un tigre reflexivo, sarcástico y orgulloso. En ese lúcido viaje les acompañan los padres de Calvin, su madre, con ojos en la retaguardia, y su irónico padre, ambos sin nombre propio; Susie, su inteligente compañera de clase que lo sufre y le hace sufrir a partes iguales; Moe, matón de colegio, su opuesto, su némesis; su hastiada profesora la Srta. Carcoma y Rosalyn, su joven niñera poco amiga de los niños…
Nos habla de infancia y amistad, nos habla de relacionarse, querer y no poder, poder y no querer, sobre lo que significa crecer y no querer hacerlo, sobre ser adulto y no querer serlo, nos habla de querer, de querer a tu tigre y no a tu niñera, de querer jugar y no querer ir a clase, de querer que siempre haya nieve y no querer que esta sea dura y fría, de querer a Susie y no querer quererla, de no querer a Moe y no querer quererlo.
Nos pasamos el tiempo pensando cómo queremos que sea todo dentro de unos años, pero ¿y lo que queremos mantener?. El mundo de Calvin y Hobbes es un buen ejemplo, amistad, imaginación, aventura, aprendizaje... infancia. Que esa infancia de hace treinta años pueda ser la misma que la de los próximos treinta, una constante de y en nuestras vidas. Por suerte hay cosas que no envejecen mal o simplemente no envejecen.
El dibujo de Watterson impregna la tira de esa fuerza y dinamismo, de esa ternura y suavidad, que nos hacen llegar sus personajes.
Al creador de Calvin y Hobbes nunca le gustó la fama, no se prodigó en los medios, no concedió apenas entrevistas ni dio permiso para que se comercializaran sus creaciones. En 1995 decidió que no tenía más que decir y dio su tira por finalizada, pero algo sí que compartió sobre lo que pensaba de sus personajes: declaró que Calvin en el único sentido en que es autobiográfico es en que piensa en los mismos temas que él, reflejando así su vida adulta mas que su infancia: “Sospecho que la mayoría de nosotros envejecemos sin crecer”. A Hobbes trasladó su concepto de amigo leal: “Al igual que Calvin, a menudo prefiero la compañía de los animales a las personas”. También nos dice que esa dualidad en el personaje de Hobbes (carne y garras o peluche) se debe a que Calvin lo ve de una manera y todos los demás de otra: “Muestro dos versiones de la realidad, y cada una tiene pleno sentido para el que la ve. Creo que la vida funciona así” (Amén a eso).
Bill Watterson fue la persona más joven en ganar el Reuben en 1986 al Dibujante más destacado del año (lo volvería a ganar en el 88). Su trabajo fue premiado además con dos Eisner, ocho Harvey, el premio al mejor comic extranjero y el gran premio en el Festival Internacional de Angoulème.
La nueva edición de "El gran Calvin y Hobbes ilustrado" nos llega de la mano de Astiberri más de veinte años después de la última (Ediciones B, 2000) e incluye las tiras publicadas entre diciembre de 1988 y julio de 1990, una muy cuidada edición en la que se ha creado una tipografía con la letra de Watterson para rotularla y que mantiene la traducción (revisada) de Francisco Pérez Navarro. La recuperación de un gran clásico siempre es una victoria para todos.
Un cómic para cualquier persona o animal, sea cual sea su edad, momento o composición, con dos protagonistas únicos, inolvidables, como su amistad: “Las cosas no parecen tan terribles cuando tienes un buen amigo”. Un cómic que, como un niño, te hace sentir, reír, sufrir, reflexionar sobre lo obvio y lo no tan obvio, obviar la reflexión, te distrae de la cotidianidad y convierte en cotidiana la distracción. Un cómic que, como a Calvin, tendrás que tener controlado si no quieres arrepentirte.
Parece mentira que el que fue tu amor en el instituto siga siendo el mismo 30 años después, pero yo me enamoré de Calvin y Hobbes en los noventa y a día de hoy lo sigo estando igual o incluso más (y eso que por aquel entonces recortaba las tiras de los periódicos). Dice Calvin “Yo creo que si algo es tan complicado que no puedes explicarlo en diez segundos, seguramente no vale la pena conocerlo”, tiene razón:
Este cómic es una absoluta maravilla.
Sin más. Sin menos.