Fisiología del flâneur (Louis Huart)-Trabalibros
Fisiología del flâneur
Ficha técnica:
Autor: Louis Huart
Editorial: Gallo Nero
ISBN: 978-84-16529-51-3
Número de páginas: 108
Género: Ensayo (varios)
Valoración:

"Buenas piernas, buenas orejas y buenos ojos: esos son los principales atributos físicos con los que debe contar todo francés que quiera ser verdaderamente digno de formar parte del club del flâneur".


Entre 1853 y 1870 el barón Georges-Eugène Haussmann llevó a cabo el sueño de Napoleón III, remodelando el viejo París. El laberíntico trazado medieval de la capital francesa fue sustituido por grandes bulevares y avenidas que encauzaron el flujo de una gran población en rápido crecimiento. Se instalaron farolas, se numeraron los portales de los edificios, se fijaron carteles con los nombres de las calles, se construyeron aceras y se compusieron mapas y planos urbanos. Las callejuelas claustrofóbicas, húmedas y secretas dieron paso a una ciudad luminosa, bien ventilada, racional y comercial, donde florecían las boutiques, los grandes almacenes y los pasajes. Toda esta macrooperación urbanística favoreció y estimuló la presencia del flâneur en las calles de París. La vieja imagen del paseante urbano que en el siglo XVI y XVII se asociaba negativamente al vago y al maleante adquirió ahora cualidades y atributos nuevos que lo convirtieron en una especie de "espectador urbano" que de forma libre y ligera recorre la ciudad a la caza de detalles, matices, huellas y contrastes que el espectáculo de la gran urbe le ofrece.

Esta figura solitaria que según Louis Huart atesora el "don de la errancia" es un hombre necesariamente virtuoso y feliz que, provisto de un cómodo y amplio gabán, atraviesa las calles y las multitudes parisinas en busca de esas pequeñas alegrías inesperadas que el arte del paseo depara a aquel que está dotado con "buenas piernas, buenas orejas y buenos ojos".

Muy importante para el autor de esta "Fisiología del flâneur" es distinguir a este último de otros personajes que deambulan con frecuencia por las calles de París y que, a diferencia del verdadero flâneur, no saben mirar ni ver. No practicarían pues el arte de la "flânerie" los mirones, los trotacalles, los pasmarotes, los turistas o los granujas parisinos.

El flâneur no es un espectador cualquiera, es un hombre cultivado. "No se aburre jamás, se basta a sí mismo y encuentra en todo lo que tiene delante algo con lo que alimentar su inteligencia". A menudo es un artista o un poeta. Tiene la mente despierta, observa siempre, reflexiona cuando es necesario y es alegre cuando es posible. Y lo más importante, "tiene la capacidad de suspender la conciencia".

Actualmente París se ha convertido en una ciudad postpeatonal. Baudelaire y Walter Benjamin ya no disfrutarían caminando por ella. Aun así conserva la gloria de ser la ciudad que alumbró a los más importantes pensadores del caminar: Guy Debord en los años 50, Michel de Certau en los 70 y Jean-Christophe Bailly en los 90. Michel de Certau decía que la ciudad es un lenguaje hablado por sus caminantes y que si éstos desaparecen la ciudad enmudece, quedando sólo la gramática vasta del urbanismo desaforado y el omnipresente tráfico rodado. La ciudad sólo contará sus historias y sus secretos a aquel que se acerque a ella caminando, mirando y viendo,
Enviado por: Bruno Montano
Louis Hart
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La idea del caminar como un fin en sí mismo en lugar de como un medio sirve a los autores de ambas obras para convertir el arte del paseo en una auténtica filosofía de vida.
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