La escritura necesita de la soledad pero, paradójicamente, la escritura es lo único que te salva de la soledad. La escritura necesita del silencio pero, a la vez, es siempre una rotura del silencio. Para poder construir un libro antes hay que construir una soledad y después construir un silencio dentro de nuestra mente, lograr un vaciado total que pueda albergar un "libro posible" o, como diría Blanchot, "un libro por venir". Ese libro por venir no deja de "aullar" desde una zona remota de tu interior. Busca desnudarse y ofrecerse para liberarse de ti, de tus miedos, de tus dudas, de la gran duda que es escribir, de la casi insoportable sucesión de dudas que es la vida del escritor.
Escribir requiere de una casa y de un jardín, no sólo de una "habitación propia" como pensaba Virginia Woolf. Los libros salen de esta casa, de "la casa de la escritura", de la casa en la que has hecho tu soledad, del lugar que has excavado en la vida para albergar tus palabras y tu espíritu y que impregna cuanto escribes ("Cuando yo escribía, en la casa todo escribía. La escritura estaba en todas partes"). Escribir también precisa de la fuerza del cuerpo, eso "hace salvaje a la escritura", le da la textura de la carne pero también su dolor, su grito.
Nadie sabe qué es un libro "pero cuando hay uno lo sabemos": por su silencio, por su noche, por sus pasajes insoslayables, por sus errores magníficos, por su libertad, por su incorrección. Nadie sabe qué es un escritor porque "todo escribe a nuestro alrededor", porque "se escribe sin saberlo". Aun así los escritores se agrupan por miedo, por miedo a escribir, por miedo a no poder escribir.
El problema de la escritura es que no se puede escribir y se escribe movidos por "una locura de escribir furiosa", por una presión de lo desconocido que habita en uno mismo. La escritura es la alteridad que avanza, invisible pero invencible, hasta articularse lingüísticamente. La escritura es "lo otro" que, frente a "lo mismo", desplaza la conciencia y aumenta las posibilidades de pensar, percibir, comprender, imaginar y sentir. La escritura facilita que lo desconocido se acerque, que lo que está fuera entre, de forma que sólo al entrar lo conoceremos. Escribir no es decidir qué queremos decir y hacerlo, no es tan simple, "escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos". Escribir es dejarse escribir, lo intraductible de la vida copiándose en nosotros a duras penas.