"Todo, como suele decirse, nos separa, excepto un punto fundamental: tanto usted como yo somos individuos bastante despreciables [...] Entre los dos simbolizamos perfectamente el apoltronamiento espantoso de la cultura y la inteligencia francesas". De esta forma se dirige Houellebecq a Bernard-Henri Lévy en la primera carta de este intercambio de correos electrónicos que durante seis meses los tuvo pendientes el uno del otro y que constituyen la estructura del libro "Enemigos públicos".
Leemos este primer correo y su respuesta y el asunto promete. Nos preparamos para una dura y bronca batalla dialéctica entre un depresionista cínico, anarco-reaccionario y nihilista y un representante de la "izquierda caviar" francesa, seductor de ego templado, elegante y comprometido. Pero pronto advertimos lo que Schopenhauer observó con sorpresa: la dificultad de mentir en las cartas, la invitación sutil a la confesión sincera que se deriva del intercambio epistolar.
Tras el fuego racheado de los primeros correos asistimos a una serie de acercamientos amistosos que más que sus diferencias nos muestran lo que les une: la animosidad que ambos inspiran al resto de la gente, la certeza final en la victoria, el amor gozoso a los libros, un pesimismo sin amargura, el hecho de que ninguno de los dos sea un animal de jauría, la idea de que la felicidad es la utopía de los hombres que no creen en el inconsciente, el gusto por el cine, el gusto por una literatura "llevada a la temperatura de un dios", los mismos enemigos, Baudelaire...
Compuesto por una serie de réplicas y contrarréplicas siempre brillantes, el libro no es virulento como al principio esperábamos e incluso deseábamos, pero no decepciona. Es un libro que por la fórmula literaria empleada (cartas que son al mismo tiempo artículos de opinión y confesiones) permite descubrir el lado más humano de los dos escritores (su momento preferido para hacer el amor, anécdotas de infancia, problemas de salud, la relación con sus padres y sus amigos...), así como también conocer sus interesantísimas opiniones acerca de muchos temas culturales, sociales, políticos, religiosos, etc.
Especialmente brillantes son sus opiniones acerca de la literatura y la escritura, teniendo en cuenta que para ambos significan cosas diferentes. Para Henri Lévy la escena literaria y filosófica es un campo de batalla y la vida del escritor un estado constantemente armado, de ahí que le guste la idea volteriana de "morir con las armas en la mano". Para Houellebecq, que se siente incómodo y desarmado frente a la hostilidad y frente a sus enemigos, la provocación a través de la literatura y de sus declaraciones no responde a un deseo de vencer sino a un deseo de gustar y de desagradar mezclados. O dicho de otra manera, no quiere gustar a pesar de lo que tiene de peor sino a causa de lo peor que tiene, llegando a desear que su peor parte sea lo que se prefiera en él.