Sin previo aviso ni la más mínima sospecha de culpabilidad por su parte, Joseph K. es arrestado. Así se lo hacen saber los policías que han llegado hasta su habitación con el cometido de darle este inquietante mensaje. "Tiene que ser un error", alega K. "No hay errores", afirman los guardianes. Esta es la ley y, si el acusado no es conocedor de la misma, peor para él.
Aunque se sabe inocente, una desazón incómoda se apodera de él. Por más que lo intenta, es imposible obtener cualquier tipo de información por parte de los policías, que no son más que "órganos inferiores" del sistema y ni siquiera ofrecen pistas sobre el delito en teoría cometido. Sin embargo, si algo queda claro del encuentro es que K. está acusado y este hecho ha activado la lenta aunque implacable maquinaria legal contra él, poniéndose en marcha su proceso.
Mientras el proceso da sus primeros pasos K. se siente bastante bien, aunque ligeramente preocupado. Ser un acusado no le impide hacer vida normal, seguir trabajando en el banco y continuar con sus rutinas. Para ser fieles a la verdad, todavía no ha asumido la posible gravedad del asunto; el desconocimiento de cómo funciona el sistema, sumado a la sensación de que esta es una circunstancia sobrevenida en la que él no tiene demasiado que ver, le permiten no implicarse mucho en el tema y mantenerse a cierta distancia, de modo que todavía es algo soportable. Sin embargo, y a pesar del silencio en torno a él, el proceso continua avanzando.
Pronto surge la conveniencia de consultar a un abogado. Teniendo en cuenta la situación de K. esta acción es, según su tío, imprescindible. Para que un proceso iniciado llegue a buen término (y hay que decir que en ningún caso puede existir garantía alguna de éxito) es necesario conocer a funcionarios del tribunal y cuanto más altos en su cargo mejor, o en su defecto entablar contacto con personas de influencia que mantengan relaciones con los jueces. Tal vez el conocimiento del pintor Titorelli o del comerciante Block sirva de cierta ayuda. Aunque no resulte agradable, es importante adentrarse del modo que sea posible en el intrincado laberinto del tribunal, habitado por gente vanidosa que tiene al alcance todos los instrumentos de poder imaginables y que aplican de forma automática cuando surge el caso.
Cuanto más tiempo pasa, el fantasma del proceso le acosa con más fuerza y se manifiesta más próximo a K. Si al principio creía tener alguna posibilidad de aceptarlo o rechazarlo, ahora está metido de lleno en él y no le queda más salida que defenderse. Ya no puede dejar de pensar en el proceso, todo gira en torno a él. Las tinieblas envuelven a K. poco a poco como las nubes que preludian tormenta, dejándole cada vez menos aire que respirar. La amenaza que se cierne sobre él se ha convertido en una pesadilla asfixiante, una especie de túnel en espiral que baja, lenta e inexorable, hacia el centro del infierno.
¿De qué se acusa a K.? ¿Es K. culpable de algún delito? En realidad ninguna de estas dos preguntas importan, una vez se encuentra uno metido en el proceso es prácticamente imposible salir de él de manera satisfactoria. Esperar la absolución real es una esperanza vana, porque no se conoce ningún caso en el que el tribunal haya declarado inocente al acusado. Así se lo hacen saber los entendidos en el tema. Sólo se puede aspirar, contando con la suerte y con las influencias, a la absolución aparente temporal o al aplazamiento y ninguna de estas opciones contempla la liberación del acusado a causa de haber demostrado su inocencia. Ante tales expectativas el camino promete ser largo, doliente y tortuoso, pero K. no tiene más remedio que recorrerlo. El proceso se ha ceñido a su alrededor y K., como cada uno de nosotros ante situaciones que escapan a nuestro control y entendimiento, no es más que un hombre indefenso ante las circunstancias.
Curiosidades: - "El proceso" fue una de las obras que se salvaron de la quema solicitada por Kafka vía carta manuscrita y encontrada en su escritorio tras su muerte por su amigo y albacea literario, Max Brod. Ni siquiera se encontraba entre los textos que, según una segunda carta más antigua, merecía de algún modo la pena según manifestó el propio Kafka. Y es gracias a la desobediencia deliberada de Brod hacia las últimas voluntades de su admirado amigo que la tenemos entre nosotros, alzándose como una de las obras principales y más características de su autor.
- Junto con "El castillo" y "El desaparecido" (o "América", según las ediciones) constituye una de las novelas inconclusas y póstumas de Franz Kafka. Curiosamente, este autor otorgó el mismo nombre al protagonista de "El proceso" y "El castillo": se trata de K., que coincide con la inicial de su propio apellido.
- A pesar de tratarse de una novela no terminada, sí consta de capítulo final. Durante la revisión de esta obra Max Brod decidió incluir también en un apartado diferenciado los capítulos inacabados y los fragmentos suprimidos por el autor. La intención de Kafka era escribir más capítulos intermedios relatando nuevas fases del proceso. No obstante, como el mismo Brod indica, la obra presenta total coherencia y pleno sentido y, teniendo en cuenta que el autor le había confesado que el proceso nunca llegaría a la instancia suprema, en cierto modo se podría considerar infinita e inacabable.