Nadie conoce su identidad. Se esconde tras una firma, la misma que le define y que le hace ser alguien. Es una marca, un logo reconocido a base de un afán desmedido por la repetición. Sus actuaciones son clandestinas y nocturnas. De él tan sólo queda lo que quiere que veamos: sus obras, murales gigantescos que gritan a la sociedad y mueven a la acción. También su nombre, el "tag" con el que decidió bautizarse en el mundo de las calles y la noche.
Su paradero es un misterio. Su pasado está manchado de sangre, han puesto precio a su cabeza y lleva casi dos años escondido. Le llaman Snipe y remata sus trabajos con una marca circular, blanca y negra, un dibujo que recuerda a la mira de un arma. La firma de un francotirador.
Pertenece al grupo marginal de los grafiteros, esa tribu de ciudad que viste ropa oscura, pantalones pitillo para no engancharse al escapar y pasamontañas para ocultar su rostro. Algunos ven en ellos a artistas modernos poco reconocidos que escogen fachadas y vagones de tren para plasmar sus reivindicaciones; otros más bien los consideran guerrillas urbanas, delincuentes que cometen actos de vandalismo y atentan contra la propiedad. Poseen sus propios códigos y utilizan un sistema de reglas no escritas. Entre ellos hay tanto héroes como traidores. Son escurridizos, adictos a la adrenalina que la sensación de peligro les proporciona, calculadores y osados cuando se trata de llevar a cabo un objetivo. Su arma es un spray y su puntería depende del ingenio que sean capaces de desarrollar.
Snipe todavía no lo sabe, pero alguien más le busca. Una mujer de nombre Alejandra Varela, más conocida por Lex, le sigue los pasos. Ella es un "scout", una buscadora de talentos artísticos por descubrir a la que el propietario de Birnan Wood le ha encargado encontrar al grafitero más popular del momento para tentarlo. Quieren introducir sus obras en el negocio del arte contemporáneo, usar su "tag" como un sello de autor, popularizar su trabajo y rentabilizarlo en las galerías, algo contradictorio considerando el lema que enarbola su tribu. Y es que, para ellos, "si es legal no es grafiti".
Alejandra persigue a este joven sin escrúpulos por los barrios de Madrid. Su rastro le conduce a Lisboa, Verona y Nápoles. Puede que le alcance o puede que no, todo es posible. Pero con ella se había asociado el Destino, al que le gusta ser "retorcido, irónico, aficionado a las bromas pesadas". Y de él es prácticamente imposible escapar. "El Destino es un cazador paciente. Ciertas casualidades están escritas de antemano, como francotiradores agazapados con un ojo en el visor y un dedo en el gatillo, esperando el momento idóneo".
Curiosidades: - Arturo Pérez-Reverte pensó que el mejor modo de documentarse para "El francotirador paciente" era conocer de primera mano el mundo del grafiti callejero. Con este objetivo se entrevistó con varios policías y con un buen número de grafiteros de España, Portugal e Italia, empapándose de sus ideales y su modo de vida. Este proceso de documentación para su novela le llevó un año de trabajo previo.