Un gentleman inglés que aterriza de improviso en un pueblo perdido de la campiña francesa. Un adinerado empresario que decide dar un giro a su vida de 180º y se convierte en mayordomo. Una cocinera con muy malas pulgas, un jardinero y encargado de mantenimiento que no se anda con miramientos, una joven limpiadora que sufre mal de amores, un perro fiel y un gato sibarita, malcriado y demasiado inteligente. Estos son los ingredientes que Gilles Legardinier pone en ebullición para elaborar su última receta: "Días de perros", una comedia rebosante del más típico sentido del humor francés; una novela amable, simpática y tierna, apta para todos los lectores y de lectura apropiada para cualquier momento vital.
Cuando Andrew Blake, un exitoso empresario inglés, alcanza una edad madura toma consciencia de que debe dar carpetazo a un estilo de vida con el que no puede seguir adelante durante más tiempo. Para acabar con la desazón que le invade, planea cambiar de estatus social y de país, dirigiendo sus pasos en dirección a Francia, el país vecino. Una vez allí, al relacionarse con sus ciudadanos comprobará que, si bien tiene con ellos algunas cosas en común, también hay numerosas costumbres distintas y múltiples diferencias en la forma de ser que los separan.
El señor Blake aterriza en la mansión Beauvillier con el pretexto de trabajar como mayordomo, ocultando a todos que en realidad es un millonario londinense de avanzada edad en plena crisis personal tras la muerte de su mujer que trata de buscar sentido a su vida. Su "disfraz" le permitirá camuflarse entre la gente común y conocer los problemas reales que les afectan. Andrew no dudará en poner su inteligencia emocional al servicio de estas personas para hacerlos más felices, lo que a su vez supondrá la mejor terapia para sí mismo.
El peculiar carácter francés, en apariencia arisco y al principio difícil de entender y de tratar, será uno de los obstáculos con los que Andrew tendrá que lidiar. También se convertirá en uno de los principales generadores de situaciones divertidas que, en ocasiones, rayan lo absurdo y provocan la sonrisa. Sin embargo, el inglés pronto se dará cuenta de que en el caso de sus nuevos compañeros de trabajo la primera impresión no es la que queda y advertirá que, una vez traspasada la coraza, se alcanza la persona que aguarda protegida dentro de ella y que conserva su humanidad intacta. Y, si algo se le da bien a Andrew, es precisamente penetrar en el núcleo sensible de los demás con el objetivo de mejorar sus vidas.