Parafraseando a
Walt Whitman, el ser humano es vasto y contiene multitudes. En cada uno de nosotros se encuentra un extremo y su opuesto; el camino interior tal vez consista en alcanzar acuerdos íntimos en los que nos decantamos por el blanco, el negro o cualquiera de las infinitas tonalidades de gris.
André Gide estaba repleto de contradicciones. Construir su propia personalidad le obligaba a componer una sinfonía combinando las notas más altas y las más bajas de la escala musical. Se dedicó a ello en cuerpo y alma durante toda su vida y reflejó sus esfuerzos en un diario durante 63 años.
Desde los 18 hasta los 81 años Gide escribió en él confesiones inconfesables, reflexiones sobre su persona, sobre el mundo y sobre los demás. Su envidiable inteligencia le permitió reflejarse fielmente en su "
Diario" como la antítesis de sí mismo y plasmar sobre el papel los razonamientos mediante los cuales era capaz de consensuar cada Yo con su antagónico: el hombre que busca el placer sin olvidar el deber, el homosexual frente al marido, el religioso frente al agnóstico, el puritano frente al autor de libros prohibidos, el personaje público y el privado. Incluso el creador que persiguió escribir una obra maestra durante toda su vida y alcanzó la inmortalidad con la narración de sí mismo.
Esperando encontrar algún día la fórmula que le permita alcanzarse y proyectarse realmente sobre la hoja en blanco, manifiesta en una entrada de su
Diario que data de 1914: "El tiempo huye, y todo lo importante que tengo que decir está aún por decir. Todo lo que he escrito hasta el día de hoy no ha sido más que para prepararlo. No he hecho más que excavar donde voy a construir. Toda mi obra hasta ahora no ha sido más que negativa; no he mostrado, de mi corazón y de mi espíritu, más que el revés". Sin entrar en valoraciones de si esto es verdad, de si el resto de sus obras son lo suficiente sinceras, profundas y esenciales, lo cierto es que este "Diario" sí lo es. Y en sus numerosas páginas (la edición de Alba recoge una selección de las principales entradas, siguiendo el criterio de su traductora Laura Freixas)
Gide relata los sucesos que considera más relevantes (encuentros con Oscar Wilde, el general de Gaulle y otras personalidades de la época), a la vez que realiza un continuo ejercicio de sinceridad consigo mismo y de autoanálisis vertiendo en él sus anhelos, sus búsquedas, sus miedos, sus cadenas, sus ansias y su complicada naturaleza, abriendo camino a posteriores diarios que apuntarán en esa dirección.