"Decidió quedarse donde estaba. Que la echasen de menos un poco más; ya iría al arroyo cuando estuviese lista. Mientras tanto, iba a leer La fiesta de cumpleaños de nuevo al tiempo que imaginaba un futuro lejos de aquí, una vida donde era hermosa y sofisticada, adulta, sin costras".
Laurel fantaseaba con todas las posibilidades que le ofrecía el largo futuro que tenía por delante. Tan solo era una adolescente llena de ilusiones que estaba ansiosa por abrirse a la vida, conocer el amor y volcarse en la interpretación, cuya llamada había oido con claridad despertando en ella una vocación precoz. Estaba muy unida a su familia, sin duda la echaría mucho de menos cuando echara a volar. Rose, Iris, Daphne y ella misma eran las hermanas Nicholson, a menudo envidiadas por la buena relación que mantenían y el nacimiento del pequeño Gerald, un bebé encantador de mejillas sonrosadas y carita sonriente, hacía todavía más difícil la decisión. Pero a Laurel le inundaba el impulso propio de su edad y no podía dejar de pensar en sus dos grandes secretos: su pasión por el teatro y su amor por el joven Billy Baxter.
Escondida en la casa del árbol, aguardaba a que la encontraran sus hermanas mientras se dejaba absorber por sus sueños. Era tan agradable estar apartada por unos momentos del resto del mundo con la única compañía de su imaginación que prefirió mantenerse oculta un poco más; luego bajaría para incorporarse a la celebración del cumpleaños de Gerald, comerían todos tarta y disfrutarían de una soleada tarde de verano en el campo.
De repente Laurel vio una figura a lo lejos que se aproximaba al lugar donde estaba Dorothy, su madre, que tenía en brazos al pequeño de la familia y jugueteaba plácidamente con él. La silueta parecía ser la de un hombre, desde lo alto del árbol no podía distinguir de quién se trataba, aunque su posición también le permitía mirar sin ser vista. Poco después tuvo la seguridad de que se trataba de un hombre, una persona que la joven no reconoció aunque, por la forma en que se relacionaban, dedujo sin duda que era un conocido de su madre. A continuación los acontecimientos se precipitaron de forma brutal e inesperada, haciendo que Laurel se enfrentara en unos pocos segundos a la peor experiencia de su vida. Desde su escondite improvisado fue testigo de unas imágenes aterradoras que la iban a marcar para siempre. Aunque intentara deshacerse de este recuerdo con todas sus fuerzas siempre guardaría en lo más recóndito de su memoria el miedo reflejado en la mirada de su madre, el llanto insistente de Gerard, el "resplandor plateado y líquido" del sol reflejado sobre el filo de metal, la sangre manchando la camisa del hombre y derramándose por el suelo.
Por más que esto sucediera hace ahora mucho tiempo, en la actualidad Laurel todavía no ha logrado borrar sus huellas. La niña que hace cincuenta años soñaba con tomar clases de interpretación es ahora una actriz de éxito que pretende desenmarañar el pasado para enfrentarse a la que sigue siendo la peor de sus pesadillas. Laurel se encuentra de nuevo en su antigua casa preparando junto a sus hermanas el cumpleaños de su madre y tendrá que apresurarse en averiguar todo lo que pueda al respecto, antes de que la enfermedad terminal que acecha a su madre acabe con ella. Indagará por todos los medios en el pasado de su madre y, en el intrincado camino hacia la verdad, se tropezará con sorpresas, misterios y una increíble historia de proporciones mucho mayores a la que había imaginado.