El futuro ya está aquí, ha llegado de la mano de Arnau Sanz, un dibujante barcelonés, nacido en 1984, que, con su álbum, "Cuando veo cables me acuerdo de ti", nos acerca a una posibilidad, ni disparatada, ni imposible que, con los últimos avances en inteligencia artificial, está más cerca que nunca.
Sandra debería conformarse con ser una robot programada como ayudante de taller de costura, pero sus habilidades emocionales han evolucionado de tal manera que las tareas que le han sido asignadas no son suficientes para satisfacer sus inquietudes.
Sandra tiene sueños y va al luchar por conseguirlos.
Hasta aquí describimos lo que sería una primera lectura superficial del tebeo, pero, Arnau, si le dejas, va mucho más lejos. Este cómic, editado impecablemente por Astiberri, es una profunda reflexión sobre el esfuerzo, el clasismo, la madurez, la pérdida y la muerte. Nuestra protagonista ha sido capaz de desarrollar empatía y amor, en este caso, no amor romántico, un amor puro por la humana que fue su maestra y que ahora espera la llegada del final en una residencia de ancianos. Sandra, la visita, la cuida y le dedica todas las atenciones que se le dedicarían a una madre. Por su parte, La Maestra anima a la robot a no dejarse convencer de que es menos que nadie por su condición. No debe conformarse con ser una simple ayudante de taller, pues tiene talento para crear sus propias piezas y, mucho más importante que el talento, las ganas y la ilusión. Hay que aprender a disfrutar del camino tanto como del destino.
El resto de las diseñadoras, porque este cómic está enteramente escrito en femenino, desdeñan las posibilidades de nuestra protagonista ¿Por miedo? ¿Por envidia? ¿Por ignorancia? Por todo aquello que, tristemente, nos hace despreciar lo que es diferente. Sin embargo, Sandra, quizá por su condición no humana, que sin embargo la humaniza más que a nadie, jamás se pone al nivel de aquellas que la miran por encima del hombro y lucha por brillar desde el respeto sin apagar la luz de las demás.
La vida de un androide no es muy diferente a las vidas que conocemos porque nos han sido dadas y un robot, como una persona, tiene, en su día a día, muchos frentes abiertos. Cuando Sandra por fin está decidida a apostar por su desarrollo profesional se ve obligada a lidiar con ciertas realidades a las que nadie puede escapar. Como robot se está quedando obsoleta y su placa base ya no se actualiza. Su mejor amiga se ha apagado tras meses dando unos fallos que ella misma ha empezado a experimentar y, los trabajadores del servicio técnico, le han dicho sin rodeos que es cuestión de tiempo que se apague ella también. La cuenta a atrás ha comenzado.
Pese a ser un cómic, si lo piensas, solemne, los colores elegidos son ácidos y brillantes y contrastan con la temática tratada que es, a mi entender, oscura y sobria. Este contraste entre forma y fondo es, desde mi punto de vista, lo que hace impactante la propuesta de Arnau Sanz.
Ya en su obra anterior "Un fantasma", también publicada por Astiberri en febrero del 2021, el historietista jugaba con las tonalidades para indicar saltos temporales o acompañar los estados de ánimo de los personajes. En este caso, tanto el color, vibrante hasta el exceso y trabajado enteramente con tintas planas, como el grafismo, todo el dibujo se construye a partir de formas geométricas básicas delineadas con un negro contundente nos sitúa en un futuro, que sin duda es psicodélico en el imaginario colectivo pero que, como ya hemos comentado, en lo esencial, no es tan distinto del presente que nos ha tocado vivir.
"Cuando veo cables me acuerdo de ti" es una de las muchas posibilidades de futuro que nos muestran las mentes dispuestas a imaginar y, aunque la protagonista es una robot, me niego a considerarla una obra de ciencia ficción, ya que la humanidad de Sandra trasciende su condición de androide. Yo me atrevería a decir que se trata de una posible crónica social. Igual estoy abriendo un debate, pero para contradecirme, hay que leer la obra y tenga o no razón, vale la pena.