En las relaciones humanas todo es comunicación, es imposible no comunicar. Además, como dice Paul Watzlawick "la comunicación es conditio sine qua non de la existencia humana". Una privación radical de comunicación puede incluso matar, cosa que demostró René Spitz en sus estudios sobre marasmo y hospitalismo. Pero a pesar de la importancia capital de este fenómeno humano seguimos comunicándonos mal y las relaciones humanas, incluidas las más significativas para nosotros, se degradan básicamente por errores de comunicación y estrategias de diálogo disfuncionales.
Desvelar la dinámica comunicacional "perversa" a través de la cual alimentamos y mantenemos los problemas evita la búsqueda estéril de culpas y culpables y orienta el problema hacia su solución a través de acciones eficaces, acciones que se llevan a cabo en el presente sin recurrir a un pasado que ya no tiene solución. Conviene, pues, desterrar de nuestros hábitos comunicativos algunas estrategias comúnmente utilizadas y que llevan al diálogo fallido y a la incomunicación:
- La recriminación, que sólo provoca en nuestro interlocutor reacciones emotivas de rebeldía (escapar o atacar).
- Echar en cara, acto comunicativo que nos coloca como "víctimas", construyendo así a nuestros propios "verdugos".
- Los sermones, que inducen a transgredir las reglas morales que proponemos en ellos.
- El "¡te lo dije!", que sólo añade irritación y rabia al enfado que uno tiene consigo mismo tras cometer un error.
- El "lo hago sólo por ti", en el que se declara un sacrificio unidireccional por parte de uno de los miembros de la relación y hace sentir al otro inferior y deudor.
Teniendo en cuenta que, según la Teoría de la Comunicación, todo acto comunicativo no sólo tiene un efecto informativo sino también relacional, deberemos priorizar el cómo frente al qué y por lo tanto tener un cuidado exquisito con las formas, ya que son éstas las que transmiten la información emocional, las que hacen sentir. De ahí que tan importantes sean los argumentos lógicos como las imágenes evocadoras.
Preguntar antes que afirmar, pedir confirmación y parafrasear antes que sentenciar, evocar antes que explicar, actuar antes que pensar ("un hombre sabio vive haciendo y no pensando en hacer") son técnicas contrastadas que forman parte del "diálogo estratégico" y suponen una forma de comunicarse constructiva y exitosa que nos permite usar las palabras sin que éstas nos usen a nosotros.
Nardone en "Corrígeme si me equivoco. Estrategias de diálogo en la pareja" insiste en que el "diálogo estratégico" nunca debe ser una manipulación del otro, tiene como objetivo conducir a ambas partes a la victoria común y no a la victoria de una sola de las partes previa derrota de la otra. Ganar juntos es la meta. El diálogo con personas significativas o importantes para nosotros no persigue vencerlas, no se trata de una competición verbal, de una erística, sino de una interacción inteligente en la que ambas partes salen mejoradas como personas al mismo tiempo que se impulsa hacia arriba la calidad de su relación.
De forma indirecta esto también tendría implicaciones sociales, ya que el modelado de buenos comunicadores a través del diálogo constructivo ("cualquier interacción entre dos personas, se quiera o no, consciente o inconscientemente, representa un proceso de influencia recíproca") mejoraría la calidad en la comunicación social general. La salud de los grupos y colectivos mejoraría al "sanear" a sus integrantes. De ahí que un objetivo muy deseable a largo plazo sería el de cambiar la realidad a través de la forma de comunicarse con los demás y consigo mismo.